Ultimamente siente que todo a su alrededor gira hasta desaparecer por  un  atareado e inconsciente  sumidero. Mientras escribe unas letras sin  sentido en el papel, nota como el lápiz va menguando, se desgasta en  imágenes escritas. Sin embargo las palabras están todas, la desaparición  no las ha afectado y se atrincheran en el trozo de papel que se ha  mantenido firme.
Lleva un rato meditando que todo se difumina. Está un poco asustado por si él mismo desaparece y le ha dado sed. Se llena el vaso de agua. En cuanto la bebe, nota como va esfumándose, quedando sólo el culillo que apura sin demora. Mira la botella que de momento permanece enteramente vacía. Es una botella de agua no-marca, la compró en la tienda de la esquina que siempre está abierta. Piensa que debería ir a comprar otra botella a pesar de la hora. La tienda por la noche se convierte en un oasis para los peregrinos alimentándolos con su maná de pizza y alcohol. A veces tiene la sensación que es lo único que tiene vida y que si se cierra, la ciudad se apagará poco a poco como los objetos que van desapareciendo en sus manos.
Lleva un rato meditando que todo se difumina. Está un poco asustado por si él mismo desaparece y le ha dado sed. Se llena el vaso de agua. En cuanto la bebe, nota como va esfumándose, quedando sólo el culillo que apura sin demora. Mira la botella que de momento permanece enteramente vacía. Es una botella de agua no-marca, la compró en la tienda de la esquina que siempre está abierta. Piensa que debería ir a comprar otra botella a pesar de la hora. La tienda por la noche se convierte en un oasis para los peregrinos alimentándolos con su maná de pizza y alcohol. A veces tiene la sensación que es lo único que tiene vida y que si se cierra, la ciudad se apagará poco a poco como los objetos que van desapareciendo en sus manos.
Coge  el lápiz y lo afila hasta que sólo queda la punta y poco más.  Por la mesa se extienden virutas de madera circulares como faldas de  derviches. La enrolla en sus dedos e imagina los bailarines dando  vueltas hasta desaparecer. Una vez vio uno de aquellos reportajes sobre  los derviches. Salían dando vueltas y más vueltas sin desfallecer. Él,  mirando fijamente aquellos giros emigrantes, se vio transportado hacia  un lugar muy lejano, sin mover un solo músculo. Allí sentado sintió el  mundo desvanecerse por completo hasta que cerró los ojos y a ciegas todo  volvió a su lugar, recuperó los objetos y la cabeza aunque estuvo un  buen rato mareado.
El día que bebe mucho alcohol siente que el mundo da vueltas como si estuviera danzando como los derviches. Tal como vio en el documental levanta la mano hacia el cielo y la otra la vuelve hacia la tierra pero debe hacer algo mal porque el mareo le impide meditar.
Fue una gran experiencia que comenta por la noche al ir a por la botella de agua, con el joven que regenta la tienda que siempre está abierta. Éste dice que los derviches al principio eran mendigos que practicaban la humildad, pedían no para sí mismos, sino para dar a los pobres lo que recaudaban. Y que el movimiento es la esencia de la vida, es su constante.
Tras comprar la botella de agua, mira la tienda y piensa que tenía razón cuando pensó que está siempre abierta. Podría darse el caso de que si se cerrara rompería algún rito y la ciudad dejaría de moverse y al final desaparecería. Lo que no se ha atrevido a preguntar es si lo recaudado era repartido entre los pobres o desaparecía en bolsillos lejanos.
Con la botella bien aferrada para que no desaparezca, mira al cielo y ve brillando cansinamente un planeta. Piensa en el sistema solar y en la metamorfosis y en el ciclo del agua, en los derviches, en la noche y el día. Todo gira con tenaz movimiento para completar el círculo. Quizás nada desaparece, sino que vuelve con energía como las hojas que se fueron en otoño.
Y al llegar a casa con cuidado recoge el papel y suspira aliviado, las palabras que escribió siguen ahí esperando ser leídas para que el sacrificio del lápiz que desapareció dando vueltas como los derviches, no haya sido inútil.
El día que bebe mucho alcohol siente que el mundo da vueltas como si estuviera danzando como los derviches. Tal como vio en el documental levanta la mano hacia el cielo y la otra la vuelve hacia la tierra pero debe hacer algo mal porque el mareo le impide meditar.
Fue una gran experiencia que comenta por la noche al ir a por la botella de agua, con el joven que regenta la tienda que siempre está abierta. Éste dice que los derviches al principio eran mendigos que practicaban la humildad, pedían no para sí mismos, sino para dar a los pobres lo que recaudaban. Y que el movimiento es la esencia de la vida, es su constante.
Tras comprar la botella de agua, mira la tienda y piensa que tenía razón cuando pensó que está siempre abierta. Podría darse el caso de que si se cerrara rompería algún rito y la ciudad dejaría de moverse y al final desaparecería. Lo que no se ha atrevido a preguntar es si lo recaudado era repartido entre los pobres o desaparecía en bolsillos lejanos.
Con la botella bien aferrada para que no desaparezca, mira al cielo y ve brillando cansinamente un planeta. Piensa en el sistema solar y en la metamorfosis y en el ciclo del agua, en los derviches, en la noche y el día. Todo gira con tenaz movimiento para completar el círculo. Quizás nada desaparece, sino que vuelve con energía como las hojas que se fueron en otoño.
Y al llegar a casa con cuidado recoge el papel y suspira aliviado, las palabras que escribió siguen ahí esperando ser leídas para que el sacrificio del lápiz que desapareció dando vueltas como los derviches, no haya sido inútil.

 
 

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