sábado, 7 de abril de 2012

SINDROME DE PETER PAN


“Porque nadie puede saber por ti. Nadie puede crecer por ti. Nadie puede buscar por ti. Nadie puede hacer por ti lo que tú mismo debes hacer. La existencia no admite representantes.   (Jorge Bucay).
El término síndrome de Peter Pan ha sido aceptado en la psicología popular desde la publicación de un libro en 1983 titulado The Peter Pan Syndrome: Men Who Have Never Grown Up («El síndrome de Peter Pan, la persona que nunca crece») , escrito por el Dr. Dan Kiley. No existe evidencia que muestre que el síndrome de Peter Pan sea una enfermedad psicológica existente y no se encuentra listada en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales.
¿A QUÉ NOS REFERIMOS CON ÉSTE TÉRMINO?: Son adultos sólo en apariencia porque su actitud continúa siendo la de alocados niños y adolescentes que no se responsabilizan de sus actos. Las personas que padecen el síndrome de Peter Pan o de Inmadurez Emocional son incapaces de crecer, y su alegría y seguridad suelen ser una máscara que esconde su inseguridad y temor a no ser queridos. Aunque difícil de solucionar porque es un problema que no reconoce quien padece el trastorno, puede superarse con terapia psicológica y ayuda de sus parejas o familiares.
Hijos que nunca creen apropiado marcharse de casa, cuarentones con una vida social típica de un adolescente, amistades y grupos de salida mucho más jóvenes. Se trata de personas que, a pesar de haber alcanzado la edad adulta, son inmaduros emocionales y no quieren o son incapaces de crecer y afrontar las responsabilidades que conlleva la vida adulta. La primera vez que se utilizó el nombre de Peter Pan, haciendo alusión a un problema emocional fue en el año 1966, cuando el psiquiatra Eric Berne se refirió con este nombre al niño que todo adulto lleva dentro y que está centrado sólo en satisfacer sus propias demandas y necesidades. Casi veinte años más tarde, en 1983, el psicólogo Dan Kiley escribió en un libro en qué consistía el que ya denominaba como “síndrome de Peter Pan”. El psicólogo lo aplicaba, tal y como se continúa haciendo en la actualidad, para definir a los adultos que no quieren o se sienten incapaces de crecer. Un año después utilizó el término de “Síndrome de Wendy” para describir a quienes actúan como padre o madre con su pareja o con la gente más próxima, liberándoles de la asunción de responsabilidades.
La infancia es una etapa de felicidad, en la que no se tiene conciencia de la existencia de problemas, ya que otros (padres, maestros, abuelos) los solucionan por ellos. Hacia el final de la adolescencia, sin embargo, se produce un cambio de mentalidad y una toma de conciencia sobre las responsabilidades que hay que tomar. Cada persona empieza a orientar su vida hacia una determinada dirección, aunque algunos individuos se niegan a superar esta etapa y se resisten a crecer y afrontar responsabilidades de la vida adulta. El síndrome de Peter Pan puede darse en ambos sexos, aunque es más frecuente entre los hombres. El de Wendy, por el contrario, es más frecuente entre mujeres (madres o parejas) que suelen justificar las “niñerías” de estos adultos incapaces de crecer y soportan, e incluso alientan de manera involuntaria, la actitud infantil y enfermiza del Peter Pan de turno.
SINTOMATOLOGÍA: Quienes padecen el síndrome de Peter Pan se esconden detrás de fachadas y excusas; Aparentan seguridad en sí mismos, incluso una actitud arrogante. Disimulan su incapacidad de madurar con juegos, pasatiempos, negocios fantásticos, grandes proyectos imposibles y aventuras amorosas. Por una parte, suelen ser personas divertidas y a su lado todo parece pura alegría de vivir. Pero por la otra, tratan de evadir continuamente sus responsabilidades y se refugian en fantasías imposibles de cumplir, culpando a los demás de todo lo que les ocurre y, aunque encantadores al principio, después de un tiempo suelen tener graves problemas de adaptación en el trabajo o sus relaciones de pareja.
CARACTERÍSTICAS DE SU COMPORTAMIENTO:
  • Le seduce más la juventud, que suele tener idealizada, que su momento real de madurez.
  • Tiene un enorme miedo a la soledad. Excesiva necesidad de aprobación y apoyo.
  • Es inseguro, aunque no lo demuestre e incluso pueda aparentar todo lo contrario.
  • Su actitud se centra en recibir, pedir y criticar y no se molesta en dar o hacer.
  • No está hecho para la vida adulta, no se compromete por creer que el compromiso es un obstáculo para su libertad.
  • Tiene al lado a otra persona que cubre estas necesidades básicas. Manipulación en sus relaciones.
  • No se responsabiliza de lo que hace, pero cree que los otros sí lo hacen.
  • Vive centrado en sí mismo: Sus disgustos, su estrés, su excesivo trabajo…Carece de habilidades empáticas.
  • Aunque disfrute de éxito profesional, económico… se da cuenta de que su vida no tiene la firmeza ni la estabilidad que le gustaría.
  • Está permanentemente insatisfecho con lo que tiene, pero nunca toma iniciativas ni hace nada por solucionar su situación.
Ante personas que manifiestan este comportamiento y/o actitud ante la vida, los familiares, la pareja o amigos deben tomar una actitud firme, permitiendo que la persona que lo padece se enfrente a la realidad asumiendo las consecuencias de su conducta haciéndoles entender que nadie asumirá las consecuencias de sus actos. No consolarle ante sus continuas quejas sino dejar que tome iniciativas para cambiar la situación. Potenciar los aspectos positivos de su personalidad para que se apoye en los mismos. Orientarle para que pida ayuda a un profesional que pueda guiarle en un proceso de conciencia y maduración personal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario