jueves, 12 de enero de 2012

¿POR QUE PEDIR EL DERECHO DE LOS ANIMALES?

Llegará el momento en que el hombre verá el asesinato de animales/
como ahora ve el asesinato de los hombres
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LEONARDO DA VINCI
Como en las películas splatter o gore, pero con protagonistas reales. Un joven cañetano colgó en Internet un videoque lo muestra torturando a sus animales domésticos, sometiéndolos a quemaduras, golpes y a la asfixia. La grabación casera nos hace recordar otras prácticas igual de espantosas como el envenenamiento, aparentemente por trabajadores ediles, de 80  canesen Cajamarca, el ahorcamiento de un perro por un sereno de San Borja, y, entre otros, el actuar del congresista “mataperro”.
Estos casos de maltrato, así como las polémicas en torno a las corridas de toro y los circos , han reavivado una pregunta que en otros países se venía planteando desde siglos atrás: ¿Tienen derechos los animales? Y ¿por qué deberíamos defenderlos?
Mataperros y abandonagatos No existen en el Perú datos precisos de cuántos casos de maltrato animal se denuncian anualmente. Sin embargo, según la Asociación Unidos por los Animales (UPA), las organizaciones de ayuda animal reciben de forma diaria decenas de denuncias que van desde casos de negligencia en los cuidados básicos o el abandono, hasta crueldad extrema y deliberada.
Prueba de ello es lo ocurrido en Cajamarca un par de semanas atrás. En horas de la noche del 10 de junio, ante el asombro de la población, decenas de perros callejeros fueron encontrados agonizando, con espasmos y convulsiones. Habían sido envenenados y, a pesar del auxilio proporcionado por los vecinos, murieron al menos 80 canes. Según reportaron testigos, la matanza podría haber sido ejecutada por trabajadores ediles, quienes habrían dejado el veneno en bolsas de basura, y trasladaron rápidamente los cadáveres hasta el basural.
Este tipo de envenenamiento masivo y premeditado no es sin precedente. En el 2009, pescadores de Piura mataron con anchovetas inyectadas con plaguicida para ratas a más de 280 porque “obstaculizaban” sus labores de pesca en alta mar. Ocurrió también con perros callejeros en el distrito de Lince, canes y gatos enSanta Clara , y perros, incluso domésticos, en . Se acordarán de que el año pasado le tocó la misma “suerte” a más de 20 felinos sin hogar, pero esterilizados, vacunados y desparasitados por los vecinos de la Residencial San Felipe. Ahora, no sin razón, temen que sus mascotas —o, peor aun, sus propios hijos— sean la próxima víctima del “bocado” mortal.
Otros, como el congresista Miró Ruiz Delgado, expresan con mayor vehemencia su desprecio por la vida de los animales. En el 2008 Ruiz, quien admitió no contar con una licencia para portar armas de fuego, mató de tres balazos a Matías, un pequeño perro Schnauzer, después de que el animal aparentemente entrara en su corral de patos. El legislador afirmó ante la Comisión de Ética del Congreso haber disparado no solo contra Matías sino apuntando a otros tres canes, y señalo   que “aniquilar depredadores” era la “cosmovisión de su gente”. En mayo del 2010, la Comisión del Levantamiento de la Inmunidad del Congreso Peruano resolvió, por mayoría, archivar el caso. Hoy, Ruiz está involucrado en la muerte de un minero huancavelicano… abatido por un proyectil que, según testigos, fue disparado desde el vehículo del legislador nacionalista.
En el 2008, organizaciones de ayuda animal denunciaron el caso de un perro ahorcado por Carlos Chiabra Lévano (el video subido a Youtube, de tipo Snuff, ha sido borrado), un sereno que trabajaba en el área de canes y mascotas de la Gerencia de Tránsito y Seguridad Ciudadana de San Borja. Mientras el animal perecía, Chiabra se reía. El año siguiente, un perro fue matado a golpes en una veterinaria donde había sido llevado para un baño. También se denunció que existirían grupos de personas que roban perros —sanos, con dueño y con collares de identificación— para venderlos a facultades de Medicina. En la   Universidad , entre otras, estos canes suelen ser objetos de una vivisección (disección de un animal cuando aún está vivo) o son sacrificados para fines didácticos.
Éstos son algunos casos de maltrato animal. Desgraciadamente, hay muchos más, que permanecerán en el olvido o que ni llegarán a trascender. Pero ¿quién castiga al hombre que, definitivamente, no es el mejor amigo del perro? ¿Quién protege a los sin nombre que no tienen dueño, salvo la calle, que tampoco los quiere? Nadie. La ley de protección animal es letra muerta.
Maltrato animal: Un crimen legal
No obstante que la ley 27265 (Ley de Protección a los Animales Domésticos y a los Animales Silvestres Mantenidos en Cautiverio) fue dada hace 11 años,  todavia no ha sido reglamentada . Resultado: se hace imposible aplicar una sanción penal a los infractores.
Si se les viene a la mente el caso del perro Venancio, asesinado a balazos por el empresario Diego Sologuren, no se dejen engañar. El proceso judicial se llevó a cabo por la vía civil y Sologuren fue sancionado con una indemnización de mil dólares por “daño a la propiedad”. La vida del animal sigue sin protección legal.
No se puede, entonces, sancionar penalmente a quienes dejan a sus perros amarrados 24 horas al día o confinados a los techos de sus casas. Tampoco a alguien que abandona a un animal en la vía pública, sea por una enfermedad no “prevista” o porque el “juguete” ya lo aburrió. Más bien, la ley castiga a quienes ingresen a una propiedad privada con la finalidad de rescatar a un animal abandonado o a quienes, como el huaracino Luis Bohórquez Moreno, deciden acoger a animales maltratados en sus hogares. Bohórquez fue  denunciado , en el 2010, de “contaminar el medio ambiente” por acoger a un centenar de animales en un terreno del cual es dueño.
Tampoco, ya conocen el refrán, se puede sancionar penalmente a alguien como el “mataperro” (¡que seguirá, hasta el 28 de julio, siendo congresista!), que balea, azota, pega, patea, acuchilla, quema, ahoga, cuelga, envenena...
Ante este frustrante escenario, se viene apelando a las ordenanzas municipales que hayan regulado la tenencia de animales. Algunas, como la 360-MDJM, del distrito de Jesús María, contemplan sanciones (monetarias) precisas. En ese distrito capitalino, por ejemplo, toda persona que mantiene a su animal atado con arneses, sogas, enfermo y/o sin control de vacunas, que lo golpea, maltrata o lo abandona en la calle, será sancionada con una multa de S/.350.
Es un paso en la dirección correcta. Sin embargo, mucho más se tendrá que hacer para que el tener una existencia muy sufrida y miserable deje de ser sinónimo de llevar una vida de perro.

¿Quién castiga al hombre que, definitivamente, no es el mejor amigo del perro? ¿Quién protege a los sin nombre que no tienen dueño, salvo la calle, que tampoco los quiere? Nadie. La ley de protección animal es letra muerta.

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¿Pueden sufrir?
Para muchos, torturar animales es un asunto de segundo orden ante otros problemas, como la pobreza, los abusos sexuales, el tráfico de drogas o la violencia contra las mujeres, entre otros. ¿Por qué hablar de derechos de los animales cuando existe tanto sufrimiento humano?
Hablar de “derechos animales” es trabajar por un mundo más justo y con menos sufrimiento para todos. Nuestras opciones de vida de ninguna manera se limitan a ayudar a los humanos o ayudar a los animales: no existe tal contraposición. Se puede —y se debería— hacer ambas cosas.
Pedir derechos para los animales, tanto domésticos como silvestres, no significa que se les den iguales derechos que a los humanos o que se los trate como tales. No vivimos en un mundo fantástico a lo Disney donde los cerdos saben de álgebra, los gatos de poesía, o donde se pide que los perros tengan el derecho a una educación de calidad. Nada más alejado de la realidad.
Los “derechos animales” se refieren a los límites en el trato de los animales por parte de los humanos y de una actitud moral frente a éstos. Si no se establecen normas claras que delimiten este trato, no dispondremos de una base legal que permita juzgar y sancionar a los individuos que traspasen estos límites. No habría necesidad, entonces, de reconocer al animal como un “sujeto de derechos” para aceptar que debería, al menos, no sufrir malos tratos y, como lo estipula la Declaración Universal de los Derechos del Animal, “morir sin dolor”.
Así, como bien dijo Jeremy Bentham: “La cuestión no es ¿pueden razonar? ni ¿pueden hablar? (lo que no pueden hacer ni los bebes ni los enfermos mentales ni las personas en coma, entre otras), sino ¿pueden sufrir?”.
Y la respuesta es sí; definitivamente, sí.
Otro punto a favor de la defensa de los derechos de los animales lo resumió un viejo sabio “Quien no hace nada por un perro, tampoco lo hará por una persona”. Es decir, quien maltrate a un animal es capaz de maltratar a una persona.
En los Estados Unidos, el movimiento proanimal fue impulsado por un sorprendente descubrimiento estadístico: la mayoría de asesinos en serie debutó en sus fechorías y escalofriantes “carreras” matando o torturando a animales.
Según reportó la Clinical Psychology Review (2000), de las nueve “masacres escolares” perpetradas en ese país entre 1996 y 1999 —incluyendo a Colombine—, la mitad de los jóvenes que dispararon contra sus compañeros de clase habían maltratado a animales.
Un estudio realizado en Australia en el 2002 reveló que 61,5% de los sentenciados por crueldad o maltrato hacia los animales también lo habían sido por crímenes violentos cometidos contra personas. Otro, llevado a cabo por la Asociación Americana de Sociología en el 2007, reveló importantes correlaciones entre la apertura de mataderos en áreas rurales y el aumento drástico de crímenes violentos cometidos en esas comunidades.
Y podríamos seguir…
¿Para cuándo una ley de protección animal?
Se supone que en la medida en que va “avanzando” una sociedad, se implementen leyes más justas y más incluyentes, valorando el bienestar de todas las personas; de cualquier procedencia étnica, de cualquier género u orientación sexual, con discapacidades y… el de todo ser capaz de sufrimiento y dolor.
Desde febrero del 2002, la máxima ley del Estado alemán estipula, en su artículo 20.°, que: “El Estado tiene la responsabilidad de proteger los fundamentos naturales de la vida humana y de los animales”. En México, la legislación vigente abarca la obligación de diversas autoridades de promover el trato ético hacia los animales. Existen, además, propuestas para que se establezca la obligatoriedad de impartir la materia de trato ético, por lo menos en las escuelas primarias. En Portugal, entre otros, los circos no pueden exhibir animales salvajes, como tigres, leones, elefantes o monos, cuya compra y reproducción han sido prohibidas.
Frente al amplio consenso internacional sobre la necesidad de establecer leyes que fijen límites en el trato de los animales por parte de los humanos, no podemos quedarnos atrás. Se hace imperativo que el Perú prontamente cuente con una  ley que cautele. Y que, hasta que eso se logre, la ciudadanía siga ejerciendo presión y colocando el tema sobre el tapete

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