En  el cerebro tenemos un sensor en forma de almendra: es la amígdala. 
Es  el sistema de reacción inmediata del cerebro. Al activarse pone al  cuerpo en estado de alerta. La amígdala impulsa al  hipotálamo  a producir la  hormona corticotropina y a su vez  ordena a las glándulas pituitarias o Hipófisis y a las suprarrenales,  a que inunden el torrente sanguíneo con  adrenalina,  noreprinefina y cortisol, también conocidas como las hormonas del  estrés.
Las   hormonas que se producen en momentos de tensión, detienen todas las   funciones que no son de emergencia, como la digestión y la inmunidad, y   dirigen  las fuerzas hacia la lucha o la huída. También  impiden la  formación de tejido óseo.
Las  señales son notorias: el corazón late fuerte, taquicardia, presión  arterial se eleva. Se consume más oxígeno. El hígado  envía  azúcar a la sangre en
previsión a un mayor  requerimiento de energías y los músculos reciben una gran descarga de  glucosa. 
Pero volvamos al  stress y a como lo definió su descubridor, el austríaco Hans Selye: síndrome  general de adaptación. 
Si  convenimos en que “estrés” es toda reacción general e inespecífica  de nuestro organismo frente a toda situación de demanda, nuestra  respuesta puede ser adecuada: salud, o inadecuada, enfermedad.
Por  ej.: según como yo viva esta nota tendré distres si les temo a  los lectores de mi blog, o eustres si gozo poder compartir con  ellos mis conocimientos..
Con  esto quiero decir que, aunque todo el día mi cerebro reciba estímulos
del  medio ambiente, los estímulos me condicionan pero no determinan la  respuesta.
Quiero  que quede claro  que cualquier cosa que hagan o digan  los demás, yo  puedo  ser dueño de mis emociones y - por ende - elegir la respuesta.
Sería  utópico  pretender anular todos los estímulos. Vale la pena grabarse a  fuego que  si se vive en distress, se está en desarmonía consigo mismo,  con los  demás, con el entorno social y la misma naturaleza.
Víktor Frankl, el  famoso neurólogo  y psiquiatra austriaco, fundador de la Logoterapia, en  su  libro “El hombre en busca de sentido” nos da dos precisos ejemplos  de  stress y distress, y sus consecuencias sobre la salud, en sus   experiencias vividas en un campo de concentración:
1°: Circuló la  información  que  en la Navidad de 1944 los prisioneros  judíos habrían sido liberados:  al acercarse la fecha disminuyó  considerablemente el número de muertos y  enfermos.
2°.-  Pasada la Navidad  sin haberse logrado la tan esperada liberación, se  verificó una mayor  cantidad de enfermos y muertos de los que había  antes.   
Pero  Víctor Frankl tenía una meta: poder enseñar en las universidades como  se viven estas situaciones límites, lo que  le daba  “sentido de vida” o razón por la cual debía continuar resistiendo.
 
 

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