martes, 5 de marzo de 2013

JESUS MUERE EN LA CRUZ



 
Jesús hace el bien hasta el último momento. A pesar del dolor, de las ya escasas fuerzas. Uno de los ladrones, que se llama Dimas, le defiende y le pide que se acuerde de él cuando llegue a su Reino.

- EN VERDAD TE DIGO QUE HOY MISMO ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO, le responde Jesús.

¡Qué bueno es Jesús! Pero a su alrededor todavía son muchos los que le insultan y se ríen de Él. Porque decía que era Dios y que hacía milagros, y sin embargo ahora no puede hacer nada por Él mismo. Benjamín y Cayo oyen sus carcajadas, sus bromas de mal gusto. Pero ellos ya no hacen caso. Jesús, de nuevo, inclina la cabeza. Mira a María, y después a Juan.

- MUJER, AHÍ TIENES A TU HIJO, le dice a María.

- AHÍ TIENES A TU MADRE, le dice a Juan.

María es ya nuestra Madre, y nosotros sus hijos. El regalo que Jesús nos hace es incalculable, el mejor de los tesoros: la ternura de su propia Madre.

De pronto el cielo se pone muy oscuro, como boca de lobo. Los dos niños se abrazan al vestido de María, temerosos. Y oyen a Jesús que clama:

- DIOS MÍO, DIOS MÍO, ¿POR QUÉ ME HAS DESAMPARADO?

Es el colmo de la soledad. Hasta su Padre Dios le abandona. ¿Cómo imaginarnos este desamparo? Está solo, solo, sin nadie, colgado allí, en medio de las tinieblas. Y lo hace por nosotros, porque nos quiere.

- TODO ESTÁ CONSUMADO. PADRE, EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPÍRITU.

Ha muerto. Jesús ha muerto. La tierra tiembla y se abren los sepulcros. “Muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron”. El oficial romano y los demás soldados tienen miedo. Mario dice:

- “Verdaderamente, éste era hijo de Dios”.

Llora María, llora Juan, lloran Cayo y Benjamín, lloramos nosotros. ¿Qué hacer? Abrazarnos a María. Nada ha sido inútil, nada de lo que se hace por amor es inútil. Porque Jesús, sobre todo, nos enseña a querer. Y el pecado y la muerte ya no pueden nada contra nosotros, niños, hijos de Dios.





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