Homilía Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor, (31-3-2013), por José-Román Flecha
Homilía Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor, (31-3-2013), por José-Román Flecha
“La Gloria de la Pascua” es el título homilético de José Román Flecha
para Homilía Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor,
(31-3-2013), por José-Román Flecha
“¿Qué has visto de camino, María, en la mañana?” Esa es la pregunta
que la comunidad de los cristianos dirige en este día de Pascua a María
Magdalena. Nosotros somos los que creen si haber visto. Por eso nos
atrevemos a preguntar a los testigos de la primera hora qué es lo que
han visto. En la mañana del aquel primer día de la semana. En la mañana
de nuestra fe.
“¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!”. En ese grito gozoso de
María Magdalena se concentra la fuerza de los versos de la secuencia que
se proclama en la liturgia de hoy. El amor es más fuerte que la muerte y
la esperanza verdadera no sucumbe cuando se agotan las ilusiones
inmediatas. El Resucitado es la fuente de la vida. Y el sentido para la
vida.
El himno pone todavía en boca de Magdalena una invitación que se
dirige a todos los discípulos del Maestro: “Venid a Galilea, allí el
Señor aguarda; allí veréis los suyos la gloria de la Pascua”. El
ministerio de Jesús comenzó en Galilea. Y allí fue llamando a sus
discípulos. Dispersados por el miedo, han de volver a los orígenes. Y
recobrar el aliento de la llamada.
VER Y CREER
El amanecer del primer día de la semana es evocado también en el
evangelio que hoy se proclama (Jn 20, 1-9). En la experiencia del amor,
siempre se recuerdan con gozo los momentos iniciales del encuentro. En
la experiencia de la fe pascual, los cristianos volvemos con gratitud a
aquel amanecer que siguió a la condena, a la muerte y a la sepultura de
Jesús.
El texto subraya la importancia de “ver”. Al llegar al sepulcro de
Jesús, María Magdalena se espantó. Vio la losa del sepulcro del Señor.
Pero en el primer momento no pudo ver al Señor que habían depositado en
el sepulcro. De pronto sintió que le faltaba la referencia última al
Señor al que había seguido por los caminos. El creer y el ver se unían
en su recuerdo.
A falta del punto de apoyo que había encontrado en el Maestro de los
discípulos, fue a buscarlo en los discípulos del Maestro. Si ella corrió
a llamarlos, corriendo fueron ellos al sepulcro. Al llegar al sepulcro
vacío, Pedro “vió” las vendas y el sudario con que había envuelto el
cuerpo y la cabeza de Jesús, pero no se dice que creyera.
El discípulo amado entró también al sepulcro. Vio lo mismo que Pedro y
comenzó a creer. Pedro no había hecho todavía su profesión de amor a su
Maestro. Magdalena y el otro discípulo son recordado por su amor. Así
pues, para creer en la resurrección no basta ver con los ojos. Es
preciso que el amor nos acerque al misterio del Señor.
LA MUERTE EN TI NO MANDA
El relato evangélico termina con una observación importante: “Hasta
entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de
entre los muertos”.
• Jesús había explicado a sus seguidores que tenía que ser condenado y
que le darían muerte. Pero los discípulos guardaban en el corazón sus
propias expectativas. Sus intereses personales no les permitían
descubrir el misterio de su Maestro. Para que la fe surja en nuestra
vida no basta con escuchar la palabra del Señor.
• Jesús había preguntado con frecuencia a sus discípulos si entendían
su mensaje. Ellos solían responder afirmativamente. Pero el relato
pascual nos revela que no es lo mismo entender la palabras del Maestro
que aceptar su entrega. El proceso de la fe pasa por hacer nuestra la
vida y la suerte del Señor.
• Jesús había anunciado una y otra vez que, a los tres días de su
muerte, había de resucitar de entre los muertos. Pero los suyos se
preguntaban qué significaba eso de resucitar. Ni antes ni después
estaban preparados para ellos. La culminación de la fe no se logra por
las razones humanas. Es siempre un don de Dios y una sorpresa.
- Señor Jesús, “primicia de los muertos, sabemos por tu gracia que
estás resucitado; la muerte en ti no manda. Rey vencedor, apiádate de la
miseria humana y da a tus fieles parte en tu victoria santa”. Amén.
¡Aleluya!
José-Román Flecha Andrés
No hay comentarios:
Publicar un comentario