Siete jóvenes han participado de la Experiencia “Ráfagas” en Palencia  durante los días 1 al 10 de agosto. Venidos de distintas provincias de  España: Bilbao, Pamplona y Madrid, con una media de 18 años, y con  ilusión.
Como en años anteriores, hemos tenido la oportunidad de compaginar  las distintas experiencias de fe, encuentro con los pacientes y con el  grupo. Hemos tenido la novedad, y la suerte, de viajar a Santander y al  Monte de la Casa Grande, en una excursión organizada por el centro junto  con los voluntarios y pacientes.
A lo largo de estos días hemos trabajado distintos valores: la  acogida, escucha, gratuidad, voluntariado, hospitalidad, servicio,  libertad, compromiso y compasión.
También hemos complementado estas actividades con la subida al Cristo  del Otero, la visita al centro de los hermanos de S. Juan de Dios y al  Monasterio de La Trapa donde tuvimos la oportunidad de compartir la  dinámica de esa tarde junto con las hermanas postulantes de La India que  nos acompañaron, dando otro color a la Hospitalidad.
Y seguimos sumando una experiencia hospitalaria más, pero a la vez,  igual de única, diferente y especial…  y la única pregunta que ahora me  viene a la mente es ¿por qué? ¿Cuál es la razón para repetir esta  experiencia año tras año? ¿Por qué siempre me quedo con las ganas de  continuar un campo de trabajo dedicado a enfermos mentales?
Todavía no he encontrado respuestas a estas preguntas pero sin duda…
es algo que atrae y que cuando lo pruebas ya no eres capaz de  dejarlo…  Supongo que no es una experiencia cualquiera, es una  experiencia que marca y en mi caso, algo que me ha cambiado la vida. Tal  vez haya sido así porque Aita (Dios) lo ha querido así para mí.
Y digo que me ha cambiado la vida porque estando con el enfermo  mental siento cosas que hasta entonces no había sentido. Cada mirada de  los pacientes me llena por dentro al igual que darles de comer (incluso  cuando te apartan la cara o no abren la boca), acompañarles a pasear  (incluso cuando los paseos son en silencio), las charlas y  conversaciones a pesar de no entender muchas veces ni la mitad de las  cosas de las que te cuentan…. cada paciente llena de color la  experiencia hospitalaria y sin duda enriquece nuestras vidas. Y hemos de  desarrollar todos ese lenguaje que no es con palabras, el lenguaje del  amor y la sencillez; así entenderemos un mundo que no está escrito con  palabras, sino que está escrito con el corazón.
La primera vez que llegue a este CT, iba con la convicción de que iba  a ayudar a ancianos, gente encamada, disminuidos psíquicos… sin  embargo, la que obtuvo la mayor ayuda de todas fui yo, porque me  abrieron los ojos a una realidad que está ahí, a una realidad muchas  veces apartada de la sociedad. ¡Lástima que este mundo sea así! Cuando  algo es viejo, feo o parece que no sirve, lo tiramos y lo cambiamos por  algo nuevo…  y es precisamente lo que esta sociedad está haciendo con la  gente de 3º edad y con el enfermo mental, sin darse cuenta de toda la  cantidad de aspectos que debemos aprender de ellos: personalmente, me  quedo con todo el cariño que recibes, la ayuda y solidaridad que allí se  respira. Es como una sociedad aparte donde todo se consigue con amor al  prójimo… pero estas palabras si no son a cambio de dinero ya no tienen  valor…
Es cierto que no todo es bonito, que también hay momentos de  dificultad. Y es que trabajar con personas no es fácil, sobre todo si  muchas veces no pueden razonar… sin embargo, sabemos que no estamos  solos, que todo es un trabajo en equipo impulsado por Aita (Dios) que  nos guía en nuestro caminar.  Precisamente, gracias a las oraciones que  se hacen en este CT, yo he podido asimilar y compartir todo lo que iba  viviendo en tan poco tiempo. Sin duda, el hecho de abrirte al grupo de  voluntarios es una oportunidad que no hay que desaprovechar, que te  ayuda y enriquece por dentro de una forma inexplicable. El equilibrio  entre la acción y oración –reflexión es imprescindible en experiencias  de este tipo. Por lo menos yo así lo he vivido.
Invito a todos a vivir y compartir una experiencia como esta, en la  que tú no eres el que ayuda, sino que eres el ayudado, puesto que  aprendes cosas de ti mismo y sientes cosas que jamás antes habías  sentido.
Hacer un mundo más humano aún es posible. ¿Estás dispuesto?




 
 

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