El fruto crece en los árboles, no en las plantas pequeñas. Una planta pequeña puede brotar y producir hortalizas en una sola estación, pero un árbol frutal requiere años de para desarrollarse y dar fruto. Por eso se nos ha dicho que se requieren "fe y paciencia" (Hebreos 6:12) para heredar las promesas. Un motivo por el que hoy en día hay tan poco fruto del Espíritu en el cuerpo de Cristo es por falta de fidelidad. La fidelidad se demuestra por la resistencia que tiene hasta que pasa el tiempo necesario para que se produzca fruto.
He oído muchas quejas de cómo interpretan los pastores y los líderes la fidelidad, y de cómo la gente se compromete con su propia visión. Tal vez esto sea cierto, pero no significa que sea un error. De hecho, es esencial ser fiel a la visión de otro para desarrollar la madurez del cristiano, de modo que también pueda dar fruto.
DEBEMOS CONOCER NUESTRO PROPIO PROPÓSITO Y DESTINO
Durante muchos años defendí la necesidad de la gente de conocer su propio propósito y de tener su propia visión, pero ésta, si es real, debe encajar con una visión del cuerpo. Además, cuanto más importante sea nuestro llamado, más tiempo pasará y más dificultades habrá durante el tiempo de servir la visión de otra persona hasta que Dios nos libere para seguir nuestra propia visión.
Esto es así porque nosotros somos los pámpanos, y Él es la vid. Un pámpano no puede dar fruto sin vivir en la vid, de modo que Su vida fluya a través de nosotros. Recibimos Su vida por gracia, y se nos dice claramente que «Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes» (Santiago 4:6 RV). Se requiere humildad para servir la visión de otro. Sin la ésta, no podemos esperar Su gracia.
Cuanto mayor sea tu propósito, más difícil puedes esperar que sea tu llamado de servir la visión de otro. Ya que el Rey David había sido llamado no sólo a ser rey, sino a establecer un trono del que dicen las Escrituras se sienta sobre él incluso el Señor Jesús (ver 2 Samuel 7:12-16), se requirió de él el nivel más alto de humildad y fidelidad. tuvo que permanecer fiel a servir a un rey que no sólo se había apartado de la voluntad de Dios, sino que había comenzado a oponerse al Señor, matando a Sus sacerdotes, e incluso, tratando de matar a David. Aun así, David permaneció fiel a Saúl, aun después del fallecimiento de éste.
Es asombroso ver cómo el Rey David recompensó a los que honraron a Saúl recuperando su cuerpo y dándole un enterramiento digno, pero fue incluso más lejos. Era costumbre de los reyes que accedían a un trono en aquellos tiempos matar toda la descendencia de cualquier posible rival. El rey David hizo lo contrario, y honró más bien a la descendencia de Saúl, incluso permitiendo que comieran en posiciones de honor en su propia mesa. David permaneció fiel a Saúl, aun cuando éste se hizo infiel. Por esto, el rey David se convirtió en uno de los mayores ejemplos de las Escrituras de la fidelidad piadosa.
Por supuesto, el Señor excede incluso a David en cuanto a fidelidad. Él ha permanecido fiel a los hombres a pesar de nuestra infidelidad y oposición. Ya que su obra principal es hacer que nos parezcamos a Su imagen, podemos esperar que Él desee que seamos fieles a aquellos que nos hayan sido infieles a nosotros. ¿Cuantos de nosotros, sabiendo que nuestros mejores amigos nos iban a negar y a traicionar esa misma noche, que nos abandonarían cuando más los necesitáramos, desearía comer una vez más con ellos e incluso lavarles los pies para demostrar nuestro compromiso con ellos?
SOMOS CONFORMADOS A SU IMAGEN
Si reaccionamos a aquellos que nos defraudan o que nos son infieles, entonces todavía somos inmaduros. Todo lo que el Señor permite en nuestras vidas es para conformarnos a Su imagen, y si queremos que esto ocurra, podemos esperar pasar las mismas cosas que atravesó Él.
El apóstol Pablo oró para hacerse semejante al Señor en Su muerte (ver Filipenses 3:10), y su oración fue contestada. Murió cuando sus amigos le habían sido infieles y habían huido por todas partes, y la mayor parte de las iglesias por las que había dado la vida estaban ya en apostasía. Pablo probablemente murió preguntándose si realmente había logrado algo a través de su vida de sacrificio, pero el verdadero sacrificio tiene el poder de dar un fruto indestructible.
Pablo probablemente había olvidado tiempo atrás acerca de las escasas cartas que había escrito desde la prisión. Pero como vivía para lo eterno en lugar de lo temporal, en aquellas cartas había una calidad eterna, la cual hacía que fuera imposible destruirlas. Aquellas escasas cartas con la eternidad en sus corazones están dando probablemente más fruto para la vida eterna que todos los esfuerzos de todas las personas en ministerio hoy en día. Pero, ¿habrían sido recordadas si Pablo no hubiera sido tan fiel hasta la muerte? Probablemente no.
Debemos decidir que nuestra fidelidad no dependa de lo que hagan los demás. Debemos decidir permanecer fieles simplemente porque eso es lo correcto. Aun si parece que estaremos solos y que no vemos ningún fruto de ello, sigue siendo lo correcto.
Por supuesto, la prueba final de nuestra fidelidad probablemente sea en relación con un cónyuge. Pero acaso ¿no es esto lo que vive diariamente el Señor con Su novia? Cuántos de ustedes se hubieran alegrado de oír a su prometido o prometida el día de su boda: "Mi amor, te voy a ser totalmente fiel 364 días al año. Sólo quiero un día al año para tener líos amorosos".
"¡Adúlteros!, ¿no sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo se constituye en enemigo de Dios".Santiago 4:4
¿CUÁL ES TU OBJETIVO?
¿Cuántos cristianos se han dedicado más a unirse al mundo y a tener éxito que en estar unidos a Él? ¿Es esto lo que ocurre con nosotros? En tal caso, le estamos siendo infieles a Aquel quien merece más nuestra fidelidad en toda la creación.
Si te estás preguntando si esta persona eres tú o no, hazte esta pregunta: ¿En qué pasas la mayor parte de tu tiempo y a qué le prestas la mayor atención? ¿Piensas más en cómo avanzar en tu trabajo o profesión, en ganar más dinero, adquirir las cosas de este mundo, más que conocer al Señor, acercarte a Él y hacer Su voluntad? En tal caso, como mínimo has perdido tu primer amor, y estás en adulterio espiritual con el mundo.
Es también posible estar más dedicado a nuestra iglesia y ministerio que al Señor Mismo. Como ministros, hemos sido llamados a ser el amigo del Novio, ayudando a preparar a su esposa, pero ¿cuántas personas en el ministerio simplemente usan a la novia para servirse a sí mismos y a sus propias ambiciones? ¿Acaso no es esta la más profana de las infidelidades?
De este modo, no solamente somos infieles nosotros mismos, sino que intentamos hacer que la esposa de Cristo se una más a nosotros que a Él. Al hacerlo, ¡cometemos adulterio con la esposa de Dios!
Esta es una trampa que hace caer a muchos ministerios, y tal vez merezca el peor juicio al final. ¿Qué marido podría querer a una mujer tan ocupada en servirle que no tuviera tiempo para pasar con él? ¿Qué esposo querría una esposa que amara a su trabajo o a su casa más que a él? Este también es un asunto de fidelidad.
Muchos de nosotros, los que estamos en el ministerio, estamos desilusionados por la falta de fidelidad de la gente para con nuestra visión, cuando nosotros mismos estamos básicamente siéndole infieles al Señor, y la gente lo ve. Ellos acabarán siéndonos tan fieles como vean que somos nosotros para con el Señor.
¿Por qué le abandonamos tan fácilmente por aquello que no produce verdadera satisfacción? Por los últimos tres años, Jack Deere y yo hemos planificado un viaje de ministerio por todo el mundo cada verano para servir en tantos países como podamos durante las semanas que tenemos.
Cada año, Jack suele estar en medio de algún estudio del que hablamos durante un buen rato, mientras compartimos horas y horas en los aeropuertos y los aviones. Este año, Jack encontró un estudio acerca de la "felicidad". Los hallazgos de este estudio no eran sólo muy interesantes, pero eran también sorprendentes. Revelaba que la cantidad de posesiones materiales, o la carencia de las mismas, no tenían efecto alguno en la felicidad de la persona.
EL MATERIALISMO ES UNA TRAMPA Y UN ENGAÑO
Reflexioné mucho acerca de esto en aquel viaje, sobre todo en África, donde parece que la mayoría de la población tiene tan pocas pertenencias. Entonces, como para hacer hincapié en esto, cuando estábamos en Johannesburgo, en Sudáfrica, mi esposa y mis hija visitaron la famosa ciudad de Soweto. Tuvieron un guía magnífico que les llevó a la casa de Nelson Mandela y a otros lugares históricos de esta barriada donde comenzó la revolución de Sudáfrica.
El guía les estaba enseñando la casa típica, que normalmente tenía dos cuartos. Uno de ellos era la cocina, con un fuego abierto y donde dormían todos los niños. Un amigo, que estaba ahí también, mencionó que sentía lástima por ellos, por haber tenido que criarse bajo esas condiciones. El guía se sorprendió por el comentario, y dijo que no debían sentir lástima, ya que había tenido una familia muy feliz, y las memorias de su niñez no eran de carencia, sino de todos los buenos tiempos que pasaron juntos.
Yo me crié en el seno de una familia muy infeliz, con problemas difíciles y confusos, uno de los cuales eran las serias y continuas dificultades económicas. Por eso me he sentido impulsado a obtener algo mejor para mi propia familia. Sin embargo, han sido tres veces las que hemos tenido que salir de "la casa de nuestros sueños" a unas condiciones mucho más apretadas y duras, y cada vez he notado que en lugar de descender el barómetro de felicidad de nuestra familia, suele ascender y muchas veces de manera muy dramática.
Nuestra devoción exagerada al materialismo es una trampa y un engaño que nos roba de la verdadera vida. Así que, ¿cómo podemos ser más fieles a esa visión que al Hijo de Dios? Es justo querer proveer para nuestras familias, pero debemos guardarnos de que este se convierta en un ídolo que eclipse nuestra devoción al Señor. Si esto ocurre, el fruto será malo para nosotros y para aquellos a los que les proveemos.
Todos fuimos creados para tener comunión con Dios, y nunca habrá nada más interesante ni satisfactorio que esto. Lo principal en nuestra vida es mantener lo principal como lo principal. ¿Cómo nos distraemos tan fácilmente y nos apartamos de esto? Por falta de fidelidad.
TODO VERDADERO MINISTERIO ES SERVICIO
El Señor desarrolla la fidelidad en nosotros de muchas maneras. Una de las principales es hacer que nos dediquemos a las visiones y propósitos de otras personas. De esto se trata todo verdadero ministerio: el servicio. Este es un arte perdido en el ministerio de hoy en día, pero será recuperado. Cuando esto ocurra, descubriremos que realmente no hay nada que satisfaga tanto como servir al Señor y ayudar a los demás a tener éxito en su propósito. Para una persona inmadura es difícil captar esto, pero se trata realmente del camino por el cual podemos tener éxito en nuestro propio propósito.
El apóstol Pablo se lamentó porque había muchos maestros, pero no muchos padres (ver 1 Corintios 4:15). Esto es verdad. A un verdadero padre los éxitos de sus hijos le llenan de mucha más satisfacción que sus propios éxitos. Por eso, la verdadera medida de un auténtico ministerio al modo del Nuevo Testamento es reproducir el ministerio de cada cual en los demás, y hacer que ellos tengan éxito. Si la naturaleza de Dios hizo que Él se vaciara a Sí mismo de toda Su gloria y rebajarse a Sí mimos para hacerse un hombre para servir a las mismas personas que le habían rechazado, entonces nosotros, que fuimos hechos a Su imagen, también haremos lo mismo.
Así que, si el Señor requiere que los inmaduros atraviesen un tiempo de servir la visión de alguna otra persona antes de dejar que persigan su propia visión, y si estamos en el verdadero camino del auténtico ministerio, nuestra devoción principal no será tanto conseguir que los demás apoyen nuestra visión, sino más bien ayudar a los que nos han sido confiado para prepararlos y lanzarlos a su propio propósito.
El verdadero ministerio no es nunca solamente fidelidad a nuestra propia visión, sino servir a los demás. En el Señor, esta es la única manera de cumplir nuestra propia visión: sirviéndole a Él y sirviendo a Su pueblo, o sea, el servicio. La verdadera fidelidad al Señor es justo como Él la describió en Mateo 16:24-26:
"Entonces Jesús dijo a sus discípulos: --Si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame,
Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.
¿De qué le servirá al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma? ¿O qué dará el hombre a cambio de su alma?"
LA FIDELIDAD A UNA VISIÓN CONJUNTA
La fidelidad a otra persona requiere dejar a un lado nuestro egocentrismo, incluso cumplir "nuestro ministerio" y darnos al propósito de otro. El Señor ha hecho que sólo podamos encontrar nuestro propio propósito y nuestra satisfacción de este modo. No hay mayor atadura que el egocentrismo, y no existe mayor felicidad que ser esclavo del Señor. Sin embargo, los que realmente son fieles se mantienen firmes cuando las cosas son difíciles, sin importar cuando tiempo dure esta situación. La verdadera fidelidad aguanta hasta el final.
Todo líder aprende pronto que es muy fácil motivar a la gente para empezar una obra, pero no quedarán muchos para seguir al final cuando haya que completar el trabajo duro. El Señor, después de resucitar, les dijo a quinientas personas que regresaran a Jerusalén a esperar la promesa del Espíritu Santo, pero después de sólo doce días, sólo quedaban ahí ciento veinte. El Señor ya sabía que esto ocurriría, y muchas veces hace que las cosas tarden más de lo que quisiéramos para pasar las multitudes por un embudo, librándose de los que no son fieles porque toda obra significativa debe construirse sobre personas fieles. Por eso requiere que no sólo tengamos fe, sino además paciencia para heredar las promesas.
La verdadera madurez cristiana requiere que aprendamos fidelidad a una visión conjunta, algo que nació del corazón de otra persona, que puede tal vez ser o no ser lo principal en nuestro propio corazón, pero es algo necesario antes de que podamos esperar que alguien se comprometa con nuestra visión. Hay pocas visiones y propósitos del Señor que se puedan alcanzar con solamente una persona, así que hay que unirse a otros para alcanzarlas. Sin embargo, el fundamento de nuestra fidelidad debe ser el Señor Mismo, sobre todas las otras cosas, manteniéndole a Él como nuestro primer amor. Esta es la base de toda verdadera fidelidad.
Una de los principales campos que demuestran la fidelidad es cuando damos de nuestras finanzas. La mayoría de los cristianos tienen una reacción instintiva y negativa a esto, pero es verdad y bíblico. Por eso el Señor Mismo observó a lo que daban en el templo. Jesús, como verdadero representante del Padre, demostró así que esto era algo importante para el Padre. Esto es porque donde esté el tesoro de la persona, ahí estará también su corazón.
Una vez, cuando yo buscaba al Señor para saber a quien contratar para un puesto con nuestro equipo, el Señor me dijo que viera sus archivos de dádivas para ver si su corazón estaba realmente con nosotros. Desde entonces, me he dado cuenta de que este es probablemente el mejor barómetro de la fidelidad de la persona. Si su corazón realmente está con el Señor, pondrá su tesoro en Su obra. Si su corazón está contigo, en lo que estás haciendo por Él, ahí invertirá. Si no ponen ahí sus tesoros, entonces podemos estar seguros de que sus corazones no están realmente ahí tampoco.
A algunas personas el sólo pensar esto les provocará una fuerte reacción, pero éstas son las personas con las que es mejor no contar porque son los que más exigen y menos dan. Cuando vienen las dificultades, son los primeros en disgustarse y los más rápidos en abandonar. Según lo que he observado, esto es lo que siempre ocurre. El dinero suele ser el ídolo máximo, aquello en lo que ponemos nuestra confianza por encima del Señor, y donde ponemos nuestro tesoro, y ahí donde están realmente nuestros corazones. Por eso, si somos verdaderos pastores, tenemos una responsabilidad básica de enseñar fidelidad financiera a las personas cuyo cuidado se nos ha confiado.
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