Construimos entre todos una pajarera, que se convirtió en el hogar de faisanes, periquitos, canarios, ¡5 tortugas!, perdices, colines, patos enormes…Los propios chicos se encargan de su mantenimiento, eso por supuesto. También de Zap, nuestro perro"
Jorge y Ana, padres de cinco hijos, han optado por vivir “al aire libre”, lejos de la ciudad. De este modo, sus hijos se han convertido en grandes amantes de la naturaleza y viven aventuras instructivas y apasionantes. También es una ocasión para relacionarse mucho con amigos, relegando la “tele” y las “plays” a un segundo lugar.Salida en bici en Fuente De
Tengo cinco hijos entre los 20 y 9 años: David, Jorge, Joaquín, Guille y Juanito. Aunque me encuentre con la cuarentena ya avanzada, mi espíritu –mejor dicho, el mío y el de Ana, mi mujer– es muy joven y procuro estar en buena forma física. Los dos somos muy amantes de la naturaleza. Nuestra luna de miel consistió en pasar una semana en las cumbres pirenaicas: con esto está dicho todo. Ana es profesora y yo trabajo en una empresa que distribuye válvulas para Obras Públicas.
Y eso lo has llevado a tu vida actual…
Cuando tuvimos el segundo hijo nos planteamos irnos a vivir al campo. Queríamos que nuestros hijos se topasen con la naturaleza nada más abrir la puerta de casa. Y nos trasladamos a vivir a una urbanización a 20 Kms. de Valladolid, en una amplia parcela. Esta decisión supuso un reto económico, ya que nuestros sueldos eran muy normales; pero lo resolvimos privándonos de muchas otras cosas que consideramos secundarias. Nos pareció una buena idea invertir en la propia casa y crear un buen ambiente, de modo que nuestros hijos no se lo pasasen mejor en ningún otro sitio.
David, Juan, Guille y Joaquín domesticando un mochuelo.
¿Y lo conseguís?
Ya mientras vivíamos en la ciudad, llenos de entusiasmo, decidimos hacer una excursión todos los fines de semana, hiciese bueno o malo, o nos costase más o menos: queríamos inculcar a nuestros hijos que había que vencer la pereza, fuese como fuese. Aunque costara cierto sacrificio, siempre compensaba. También dejarles la idea clara de que no existe el “no puedo”, ni por frío ni por hambre ni por nada. Buscamos padres que tuviesen similares aficiones y comenzamos a hacer planes todos juntos. Ya nos hemos recorrido todos los bellos montes de las provincias limítrofes. Además hemos escalado el puerto de Covadonga (una etapa de 200 kms.) y 330 del Camino de Santiago, por ejemplo.
Pero esto requiere mucho esfuerzo…
Sí. Les ayudamos a ser autónomos cuanto antes, de modo que se vistan solos ya de pequeños. A los 4 años ya andan en bicicleta. Cuando el mayor tenía 14 años hacíamos paseos de 40 kilómetros. Ahora ya se manejan ellos por sí solos y van a donde quieren para realizar todo tipo de actividades al aire libre. Suelen ir en busca de amigos y hacer planes con ellos: pescar, bañarse, ver animales, descubrir nidos, contemplar el comportamiento de las aves…De esta forma, conseguimos que aprendieran a manejarse por su cuenta en los viajes a la ciudad –entre otras cosas, ir al Club Juvenil Tempero, promovido por padres del Opus Dei. Allí estudia casi a diario y se divierten los fines de semana.
David y Guille domando a "La Jara"
¿Qué posibilidades ofrece vuestra finca?
Por ejemplo, para aprovechar al máximo las posibilidades que ofrece la parcela, construimos entre todos una inmensa pajarera. Enseguida se convirtió en el hogar de faisanes, periquitos, canarios, ¡5 tortugas!, perdices, colines, patos enormes…Los propios chicos se encargan de su mantenimiento, eso por supuesto. También de Zap, nuestro perro.
Desayuno en Fuente De
En cuanto los chicos iban cumpliendo los años para poder ir al Club, sentamos el principio que nuestras vidas pivotaran sobre la Familia, el Colegio –que tiene un ideario cristiano– y el Club. De este modo, nuestra parcela se ha convertido también en destino de algunas de las actividades del Club. Vienen con frecuencia a jugar al fútbol, merendar, a hacer juegos de campo, pasear con el caballo, quedarse alguna noche en verano para descubrir aves nocturnas y contemplar las estrellas…También los múltiples juegos que la amplia finca propicia: carreras, saltos, bolos, “pañuelo”, “rana”, “herradura”, fútbol, columpios…
¿Es fácil inculcar así buena formación cristiana?
Todo esto lo procuramos compaginar con actos de piedad cuando estamos en casa. En los recorridos siempre buscamos el lugar más adecuado para asistir a la Santa Misa, rezamos el Rosario en la bici o en el coche, hacemos un rato de oración en el campo. Esto es algo fundamental. Tenemos la suerte además de que todos están yendo al Club en cuanto han cumplido la edad.
En la Plaza del Obradoiro etapa final del Camino de Santiago
¿Procuráis que se preocupen de los demás?
Claro. Están acostumbrados a ayudar en la casa y ser serviciales entre ellos y con sus amigos. Esto ha facilitado su disponibilidad en el Club para llevar a cabo iniciativas solidarias a las que nosotros les animamos: mantienen charlas con pobres acogidos por Cáritas, allí llevan también la ropa que se necesita y participan en operaciones “kilo” del banco de alimentos, por ejemplo.
En la Jornada Mundial de la Familia en Valencia
Con todo esto, no les apetece mucho pasar tiempo ante el televisor, jugar más de una hora a la semana a la videoconsola o trabajar en Internet. Para esto último, tenemos que animarles y enseñarles nosotros a manejar el ordenador que se encuentra en un lugar común de la casa. Creo que esto es una gran ventaja. Se vive más la vida real y el trato personal.
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