sábado, 30 de abril de 2011

ROSTRO MODERNO DE VERACUZ

Boca del Río 01
Este destino concentra una fuerte oferta hotelera, de compras y diversión, con bares, restaurantes y centros nocturnos, además de ser un sitio atractivo para el segmento de congresos y convenciones, con su vanguardista World Trade Center, uno de los centros de exposiciones más avanzados del país.
Por Gustavo Armenta
Las ciudades porteñas tienen un sabor especial. En ellas flota un perpetuo aroma de bienvenidas y adioses, con toda su carga de alegría y melancolía. Sus muelles son una ventana al mundo. Uno puede quedarse durante horas mirando el mar que parece infinito, hipnotizarse con la perfectamente delineada raya del horizonte, donde el océano se eleva hasta tocar el cielo y donde el cielo se agacha para refrescarse en altamar. El agua se va metiendo lentamente en los ojos de quien observa, como una pecera cuando se llena, y en esa agua nada y bucea la imaginación al tratar de adivinar todo el mundo que cabe en esa lejanía que se esconde y vive tras el lindero azul de cielo y mar que finge ser el final del planeta.
Boca del Río.- Vegetación y aves
La vegetación y la variedad de aves son increíbles
De todos los puertos de México, en ninguno se enciende este ambiente como en Veracruz, una vieja ciudad de larga saga histórica, cuya exaltación perenne vive impregnada en la piedra de sus muros coloniales. El Puerto de Veracruz es tradición y leyenda, barcos que llegan y se van, marineros fuereños felices de pisar tierra, costeños que toman ligera la vida, música a toda hora y bailes de danzón en la calle bajo el cobijo del fresco al caer la tarde. Así lo fue durante años, durante siglos. Y hoy se mantiene así, pero ya no es un todo, sino sólo la mitad de una ciudad más grande a la que alcanzó la modernidad.
Boca del Río.- Museo de la Marina
Museo de la Marina
Había ido por última vez a mediados de la década de los 80 del siglo pasado, y entonces Boca del Río era un pequeño pueblo de pescadores que crecía cerca del Puerto, pero era una localidad aparte, que aún ni siquiera alcanzaba el rango de ciudad. En esos días, el imán lúdico de Veracruz era tan grande, que difícilmente alguien de paso se proponía visitar los alrededores.
Pasaron varios años y regresé al Puerto hasta mediados de los 90. Llegué por carretera, soñando con volver a aspirar ese aire de tiempos de la Colonia y envolverme con la locura de sus noches largas y calurosas, pegajosas y bohemias, pero al entrar mi sorpresa fue mayúscula al descubrir flamantes bulevares que se convertían en pasos a desnivel entre lujosos fraccionamientos, altos hoteles de cristal, enormes centros comerciales y restaurantes de franquicia, todo nuevo y como recién pintado. Mi sensación fue más de estar transitando por Miami, que por el ancestral Puerto donde desembarcara vivo y embarcara muerto Maximiliano de Habsburgo.
Boca del Río.- Pangas
A la orilla, las "pangas" esperan por los turistas
La realidad era que aún no llegaba al Puerto. En mis años de ausencia, Veracruz y Boca del Río habían ido creciendo hasta juntarse. Un día amanecieron conurbadas y desde entonces son una misma metrópoli, pero con personalidades distintas.
En el Puerto de Veracruz vive la memoria del pasado, y en Boca del Río bulle la actualidad y el futuro. Ciudad añeja y ciudad moderna, se conjugan para formar un mismo destino disímbolo.
La transformación
Boca del Río también tiene su pasado. Se llama así porque se localiza en la desembocadura del río Jamapa en el Golfo de México. Su nombre prehispánico es Tlapamicyntla  -“Tierra Partida”-, nombre con el que aparece en el Códice Mendocino, cuando los mexica dominaban la región; los españoles la rebautizaron como “Río de las Banderas”, debido a que, creyendo que eran enviados de Quetzalcóatl, los indígenas los recibieron con banderas blancas a manera de saludo y bienvenida. A principios del siglo XVII el obispo dominico Alonso de la Mota la llamó Boca del Río; en 1879 obtuvo la categoría de Villa y no fue sino hasta enero de 1988 que recibió el rango de Ciudad

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