“El mundo está lleno de la grandeza de Dios”, escribió Gerard Manley Hopkins, poeta inglés del siglo 19.
A través de la historia humana, nuestros poetas, sagas y místicos han visto el reflejo de Dios en la naturaleza. Y han sido inspirados, hasta obligados a compartir sus visiones.
Piensa por un momento en todas las imágenes de la naturaleza que han sido evocadas como metáforas para Dios o algún aspecto de lo Divino: fuego, viento, agua, tierra, sol, luz. La presencia de Dios también ha sido simbolizada por el trueno y el rayo, una montaña majestuosa, una roca indestructible, una semilla, un árbol poderoso, una flor en capullo. Algo de Dios ha sido revelado en los ojos centelleantes de un tigre, en un águila que se remonta en vuelo, en el susurro de una paloma y en una bella mariposa.
Como Ralph Waldo Emerson lo expresó en su libro clásico Naturaleza, “La naturaleza es el símbolo del espíritu de Dios”. ¡Ciertamente así es, y con una diversidad fabulosa!
Los seres humanos siempre han sido atraídos por la belleza y la majestad de la naturaleza, pero ésta nos invita a mirar más profundamente. Es como si Dios estuviera escondido detrás de cada árbol, bajo cada roca, sobre cada colina, a través de cada pradera, en el fondo de cada lago, a través de cada nube, en las alas de cada pájaro, en los ojos de cada animal. Es como si Dios juega a las escondidas con nosotros y espera que descubramos al Uno en todo.
¿Alguna vez has sentido la presencia de Dios en la naturaleza?
Quizás puedas identificarte con Dios a través de la experiencia de la Peregrina de la paz, una misionera espiritual que pasó los últimos 28 años de su vida, desde 1953 hasta 1981, caminando por la paz en todo Estados Unidos. Esta “experiencia maravillosa en la cima de la montaña”, como ella la llamó, ocurrió durante una caminata temprano en la mañana por la mañana.
“La parte importante fue el darme cuenta de la unidad de toda la creación” dijo ella. “No solamente todos los seres humanos —yo sabía de antemano que todos los seres humanos somos uno. Pero ahora me di cuenta de una unidad con el resto de la creación. Las criaturas que caminan por sobre la faz de la tierra y las cosas que crecen de ella. El aire, el agua, la tierra misma. Y, lo más maravilloso de todo, una unidad con aquello que infunde todo, une todo y da vida a todo. Una unidad con aquello que muchos llamarían Dios”.
Estas experiencias raras son despertares maravillosos a la esencia de la vida y nuestra unidad con ella y con Dios. Éstas son verdaderamente comuniones espirituales y momentos de adoración.
“El ser humano más feliz es el que aprende de la naturaleza la lección de la adoración”, escribió Emerson. “El ministerio más noble de la naturaleza es presentarse como la aparición de Dios. Es el órgano por medio del cual el espíritu universal habla a la persona, y se esfuerza en guiar de nuevo a la persona a la naturaleza.”
Hay muchas cosas que podemos hacer para sentir más a Dios en la naturaleza:
1. Da un paseo por el bosque, en un camino silvestre, o en la orilla de un lago. Utilizando todos tus sentidos, pon tu atención en la belleza a tu alrededor. Escucha la voz de Dios.
2. Lee el libro de los Salmos en la Biblia; el libro Naturaleza, por Emerson, Walden, por Thoreau, la poesía de Shakespeare, William Blake, Gerard Manley Hopkins, W.B. Yeats, Ranier Maria Rilke, Rumi, James Dillet Freeman, y otros. Quizás te sientas inspirado a escribir un poema que capte una experiencia que has tenido con Dios en la naturaleza.
3. Siembra un jardín o una planta, cuídalos y obsérvalos crecer.
4. Trata de entender a tu mascota en sus maneras únicas de comunicarse contigo. A lo mejor te sorprende lo mucho que puede enseñarte.
5. Respeta y honra a la madre naturaleza conservando sus recursos por medio del reciclaje, comprando productos de papel reciclado y productos con un mínimo de empaque, comprando alimentos orgánicos y utilizando más energía renovable como la solar. Ayuda a proteger los espacios abiertos, las especies en peligro de extinción, los bosques, los parques estatales y nacionales y las tierras pantanosas y los desiertos.
Dios se nos aparece de muchas maneras, sin embargo, la naturaleza parece ser la favorita —no solamente para Dios, sino para nosotros también. Ella nos calma y nos deleita, y sentimos asombro por su majestad y poder.
A la larga, en la naturaleza, descubrimos una interconexión con todos los seres vivientes y con Dios, que somos parte de una simbiosis sagrada que requiere lo mejor de nosotros: nuestro amor. A la larga, damos y recibimos, descubrimos el Amor mismo a través de Dios.
A través de la historia humana, nuestros poetas, sagas y místicos han visto el reflejo de Dios en la naturaleza. Y han sido inspirados, hasta obligados a compartir sus visiones.
Piensa por un momento en todas las imágenes de la naturaleza que han sido evocadas como metáforas para Dios o algún aspecto de lo Divino: fuego, viento, agua, tierra, sol, luz. La presencia de Dios también ha sido simbolizada por el trueno y el rayo, una montaña majestuosa, una roca indestructible, una semilla, un árbol poderoso, una flor en capullo. Algo de Dios ha sido revelado en los ojos centelleantes de un tigre, en un águila que se remonta en vuelo, en el susurro de una paloma y en una bella mariposa.
Como Ralph Waldo Emerson lo expresó en su libro clásico Naturaleza, “La naturaleza es el símbolo del espíritu de Dios”. ¡Ciertamente así es, y con una diversidad fabulosa!
Los seres humanos siempre han sido atraídos por la belleza y la majestad de la naturaleza, pero ésta nos invita a mirar más profundamente. Es como si Dios estuviera escondido detrás de cada árbol, bajo cada roca, sobre cada colina, a través de cada pradera, en el fondo de cada lago, a través de cada nube, en las alas de cada pájaro, en los ojos de cada animal. Es como si Dios juega a las escondidas con nosotros y espera que descubramos al Uno en todo.
¿Alguna vez has sentido la presencia de Dios en la naturaleza?
Quizás puedas identificarte con Dios a través de la experiencia de la Peregrina de la paz, una misionera espiritual que pasó los últimos 28 años de su vida, desde 1953 hasta 1981, caminando por la paz en todo Estados Unidos. Esta “experiencia maravillosa en la cima de la montaña”, como ella la llamó, ocurrió durante una caminata temprano en la mañana por la mañana.
“La parte importante fue el darme cuenta de la unidad de toda la creación” dijo ella. “No solamente todos los seres humanos —yo sabía de antemano que todos los seres humanos somos uno. Pero ahora me di cuenta de una unidad con el resto de la creación. Las criaturas que caminan por sobre la faz de la tierra y las cosas que crecen de ella. El aire, el agua, la tierra misma. Y, lo más maravilloso de todo, una unidad con aquello que infunde todo, une todo y da vida a todo. Una unidad con aquello que muchos llamarían Dios”.
Estas experiencias raras son despertares maravillosos a la esencia de la vida y nuestra unidad con ella y con Dios. Éstas son verdaderamente comuniones espirituales y momentos de adoración.
“El ser humano más feliz es el que aprende de la naturaleza la lección de la adoración”, escribió Emerson. “El ministerio más noble de la naturaleza es presentarse como la aparición de Dios. Es el órgano por medio del cual el espíritu universal habla a la persona, y se esfuerza en guiar de nuevo a la persona a la naturaleza.”
Hay muchas cosas que podemos hacer para sentir más a Dios en la naturaleza:
1. Da un paseo por el bosque, en un camino silvestre, o en la orilla de un lago. Utilizando todos tus sentidos, pon tu atención en la belleza a tu alrededor. Escucha la voz de Dios.
2. Lee el libro de los Salmos en la Biblia; el libro Naturaleza, por Emerson, Walden, por Thoreau, la poesía de Shakespeare, William Blake, Gerard Manley Hopkins, W.B. Yeats, Ranier Maria Rilke, Rumi, James Dillet Freeman, y otros. Quizás te sientas inspirado a escribir un poema que capte una experiencia que has tenido con Dios en la naturaleza.
3. Siembra un jardín o una planta, cuídalos y obsérvalos crecer.
4. Trata de entender a tu mascota en sus maneras únicas de comunicarse contigo. A lo mejor te sorprende lo mucho que puede enseñarte.
5. Respeta y honra a la madre naturaleza conservando sus recursos por medio del reciclaje, comprando productos de papel reciclado y productos con un mínimo de empaque, comprando alimentos orgánicos y utilizando más energía renovable como la solar. Ayuda a proteger los espacios abiertos, las especies en peligro de extinción, los bosques, los parques estatales y nacionales y las tierras pantanosas y los desiertos.
Dios se nos aparece de muchas maneras, sin embargo, la naturaleza parece ser la favorita —no solamente para Dios, sino para nosotros también. Ella nos calma y nos deleita, y sentimos asombro por su majestad y poder.
A la larga, en la naturaleza, descubrimos una interconexión con todos los seres vivientes y con Dios, que somos parte de una simbiosis sagrada que requiere lo mejor de nosotros: nuestro amor. A la larga, damos y recibimos, descubrimos el Amor mismo a través de Dios.
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