 William  y Mary Tanner estaban cruzando los rieles del ferrocarril cuando  sucedió. El pie de Mary resbaló y se encajó entre el riel y el cruce  para peatones de madera. Ella trató frenéticamente de sacar el pie al  tiempo que empezó a escuchar el ruido de un tren que se aproximaba. Sólo  quedaban segundos, pues el expreso venía a toda prisa hacia ella por  una curva. Will Tanner le haló el pie desesperadamente tratando de  liberarla.
 William  y Mary Tanner estaban cruzando los rieles del ferrocarril cuando  sucedió. El pie de Mary resbaló y se encajó entre el riel y el cruce  para peatones de madera. Ella trató frenéticamente de sacar el pie al  tiempo que empezó a escuchar el ruido de un tren que se aproximaba. Sólo  quedaban segundos, pues el expreso venía a toda prisa hacia ella por  una curva. Will Tanner le haló el pie desesperadamente tratando de  liberarla.Cuando el tren se acercó más, y el  silbido sonó a todo volumen, y los frenos chirriaron, Will la tomó en  sus brazos. Mientras la gente se estremecía horrorizada, el tren les  pasó por encima. Un testigo dijo que justo antes de que la máquina los  golpeara escuchó al valiente hombre gritar: «¡Me voy a quedar contigo  Mary!» ¡Ese sí que es un gran amor!
Esta historia me recuerda a  nuestro Salvador, el cual nos amó con un amor que puede salvarnos (Juan  3:16). La muerte se precipitó sobre Él mientras pendía en la cruz y  asumió la pena completa que nosotros merecíamos. Escuchó a personas  gritarle que se salvara a Sí mismo y que bajara de la cruz (Mateo  27:40). Pero para salvar a los demás, Cristo optó por no salvarse a Sí  mismo (v.42).
Con amor divino y sacrificatorio,  Jesús rehusó salvar su propia vida. Murió para poder perdonar nuestros  pecados. Nuestro Salvador se quedó en la cruz: por ti y por mí. -Doctor  M. R. De Haan
 
 

No hay comentarios:
Publicar un comentario