Ana, una joven estudiante cristiana de la universidad, estaba en casa por el verano. Fue a visitar algunos amigos en la noche y por quedarse platicando se le hizo muy tarde, más de lo que había planeado, así que tuvo que caminar sola a su casa. No tenía miedo porque vivía en una ciudad pequeña y vivía a solo unas cuantas cuadras del lugar. Mientras caminaba a su casa oró a Dios que la mantuviera a salvo de cualquier mal o peligro.
Cuando llegó al callejón que le servía como atajo para llegar más pronto a su casa decidió tomarlo, sin embargo cuando iba a la mitad, notó a un hombre parado al final del callejón y se veía como que estaba esperando por ella.
Ana se puso nerviosa y empezó a rezar a Dios por protección. Al instante un sentimiento de tranquilidad y seguridad la envolvió, sintió como si alguien estuviera caminando con ella; llegó al final del callejón y caminó justo enfrente del hombre y llegó bien a su casa.
Al siguiente día, leyó en el periódico que una joven había sido violada en aquel mismo callejón unos 20 minutos después de que ella había pasado por ahí.
La joven dio gracias a Dios por haberla cuidado y le rogó que ayudara a la otra joven. Decidió ir a la estación de policía, pensó que podría reconocer al hombre y les dijo su historia. El policía le preguntó si estaría dispuesta a identificar al hombre que vio la noche anterior en el callejón, ella accedió y sin dudar reconoció al hombre en cuestión.
Cuando el hombre supo que había sido identificado, se rindió y confeso.
El policía agradeció a Ana por su valentía y le preguntó si había algo que pudieran hacer por ella, y ella le pidió que le preguntaran al hombre porque no la atacó a ella cuando pasó por el mismo callejón; cuando el policía le preguntó al hombre él contestó:.
"Porque ella no estaba sola, habían dos hombres altos caminando uno a cada lado de ella".
Así que... ¡¡¡no subestimes el poder de una oración!!!
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