
Había  una vez en las afueras de un poblado, un pequeño campo de rosas.  Fulminantes y diversos colores pintaban aquella tierra, haciéndola  parecer una obra de arte muy bien hecha. Muy a menudo iban pequeños  niños a curiosear por aquel campo, y algunos jóvenes iban dispuestos a  recolectar aquellas hermosas flores para darles diversos usos. 
  
Cierto  día llegó a aquel lugar una bella joven, el viento y el sonido de las  aves parecían favorecer su hermosura; aquella chica traía un canasto, en  el iba a introducir las rosas que mejor expresarán lo bonito de la  naturaleza. Recolectó diversos tipos de rosas, atravesando el terreno de  un extremo a otro en busca de buenas presas;  fue ahí  donde se encontró en la esquina del terreno, un poco alejada de las  demás flores, a una rosa roja. No era cualquier rosa, esta estaba en  proceso de desaparición, pues sus arrugados pétalos y su tallo color  verde opacado expresaban que estaba a punto de morir. 
  
-¿Qué quieres de mi?- murmuró despacio la flor.
  
La  chica quedo impresionada por cuestión de unos segundos, ella nunca  había estado frente un ser que transmitiera tanta pena y tristeza.
  
-Bueno, veo que te he espantado, ahora puede huir como todos lo hacen-  renegó, hablando por segunda vez la amargada flor.
  
-No,  nada de eso, yo solo venía en busca de lindas hierbas para un arreglo  florar. Pero, me llamó mucho la atención que estuvieras alejada de las  demás flores.- declaró la linda chica.
  
-¡Bah!  ¿Hablas de aquellos horripilantes seres que me excluyeron del grupo?  ¡Ellos solo piensan en verse bien ante la gente, vieron que me empecé a  marchitar y me arrastraron hasta esta esquina! Ahora lo único que quiero  es la muerte - exclamó en tono depresivo la rosa.
  
-¡Por  dios! No te desanimes, el aspecto no lo es todo en la vida, y algún día  ellos terminaran como tú- dijo tratando de animarle la joven.
  
Las palabras de la chica no parecieron influenciar mucho en el ánimo de la flor, por lo que decidió tomar otras medidas.
  
-¡Es  más! Te llevaré a mi casa y te pondré en una linda maceta para que  favorezca a tu belleza- expresó la chica en un tono de felicidad.
  
-¿Harías eso por mi?- Dijo asombrada la flor.
  
-¡Pero claro! Vámonos ya, que es un largo camino de aquí al pueblo- dijo cerrando la conversación la joven.
  
La  chica sacó todas las flores que ya había recolectado del canasto para  dejar todo el espacio a su nueva compañera. Así fue como la rosa y la  chica emprendieron un viaje de algunas horas hacia el pueblo, la opacada  flor llevaba una cara de felicidad, ¡alguien por fin la apreciaba!  Sentía ese sentimiento de euforia que alguna vez había llegado a sentir  antes de que empezara a marchitarse. 
  
La  puesta del sol caía, y la chica ya podía ver su pueblo a distancia.  Llegando a él, la rosa hecho un vistazo por un agujero que tenía la  bolsa donde viajaba. Por el pudo apreciar cómo eran las personas de  aquel lugar, y se dio cuenta que la joven ya tenía mucha popularidad por  esos rumbos, pues todas las personas, en especial los hombres, la  saludaban.
  
Llegando a su casa, la chica  dejo el canasto sobre una mesa de madera corriente que usaban como  comedor, se dirigió a su cuarto y desde ahí se podían oír sus gritos  avisándole a su madre de su llegada.
  
Unos  minutos más tarde, volvió bajando las escaleras desesperadamente, traía  consigo una maceta con un poco de tierra donde plantó a la moribunda  rosa.
  
-¿T e sientes mejor?- preguntó tiernamente la chica.
  
-Sí,  nunca terminare de agradecerte por esto, me has alejado de todas las  otras flores que me despreciaban y me has traído a un lugar de más paz-  dijo con lagrimas en los ojos la rosa.
  
La  chica se llevó la maceta a su cuarto, y la puso en la repisa que tenía a  un lado de su cama. Se dio un baño, se puso la pijama y se acostó en la  cama dispuesta a descansar.
  
Pasaron  las horas y ya empezaba a amanecer. Los nítidos rayos del sol ya se  asomaban por la ventana de la habitación y la gente empezaba a  despertar.
  
-¡Jennifer!- Se escucha desde la planta baja de la casa. 
  
La joven se levantó rápidamente y respondiendo a los gritos diciendo  –¡ya voy mamá!-
  
La chica se vistió y se perfumó, para en seguida dirigirse al lugar donde se encontraba su nueva amiga, la rosa. 
  
-querida  rosa mía, me tengo que ir, hoy me toca trabajar en el bar de Pedro el  cantinero- dijo silenciosamente la joven a la rosa para que la madre no  la escuchara.
  
-de acuerdo, estaré esperando a tu regreso- dijo lentamente la flor, que parecía haberse opacado más durante la noche. 
  
Jennifer  bajo a donde se encontraba su madre, comió un humilde desayuno y salió  directo al bar donde trabajaba. Llegando, el dueño del lugar, Don Pedro,  le dio algunas tareas que debía de cumplir antes de su hora de salida.
  
Toda  la mañana y parte de la tarde la joven no se pudo concentrar en su  trabajo, pues tenía en mente a la rosa, y pensaba en cómo podría evitar  que esta falleciera tan rápidamente.  Fue tanta su  distracción, que a las 7:00 PM, su hora de salida, aún no había  terminado todas las tareas del día. Don Pedro se decepcionó mucho de  ella, pues nunca le había fallado en ese aspecto.
  
-Bueno,  creo que tendrás que cerrar tú cuando termines- le decía Don Pedro a  Jennifer mientras le entregaba las llaves del local.
  
-Sí señor, yo cierro y me retiro una vez terminado mi trabajo- decía nerviosa la joven.
  
Pasaron  las horas, y dieron las 10:00 PM. Jennifer aún no terminaba su trabajo,  cuando de pronto la luz se fue y la dejo hundida en las tinieblas. Ella  saco un cerillo y fue en busca de una vela al despacho de Don Pedro.  Tras unos cuantos minutos de búsqueda, la chica logró encontrar una  pequeña vela desgastada, se dirigió a la cocina, y justo cuando paso el  cerillo por la superficie porosa de la mesa para que este prendiera,  algo paso.
  
Una gran explosión  se  expandió y arrasó con Jennifer, haciéndola golpear contra una silla y  dejándola inconsciente. Las llamas invadieron todo el lugar, mientras  Jennifer permanecía postrada en el piso en medio del caos y el peligro.
  
Tan  solo transcurrieron unos segundos para que los vecinos se percataran de  la explosión. Se podían apreciar fuera del bar a niños y niñas gritando  y llorando, mientras las mamás intentaban tranquilizarlos y los padres  cargaban grandes cubetas de agua con la intención de extinguir el fuego.
  
En  eso llegó un valiente joven que estaba dispuesto a entrar al lugar para  verificar que no hubiera ninguna persona en su interior. El chico entro  por una de las ventanas del local, y esquivando hábilmente las llamas  paso por cada uno de los lugares del bar. Tras eso llegó a la cocina,  ahí encontró a la pobre Jennifer totalmente suelta alrededor de  exuberantes llamas. Él sabía que la vida de ella estaba en sus manos, y  valientemente atravesó las llamas, cargó a Jennifer, y con el fuego  envolviéndolo salió por la misma ventana.
  
Una  vez afuera, los hombres empezaron a rociarlos con grandes cubetas de  agua, hasta que por fin el fuego en sus cuerpos se extinguió. Justo  después, llegaron la madre de Jennifer y Don Pedro, la mamá estaba en un  mar de lágrimas y llorando descontroladamente. Fue a donde habían  recostado a la joven, y sin saber si seguía con vida o no, se acercó a  ella.
  
-¡¿Por qué no te cuide mejor?!-  gritaba descontroladamente la mamá mientras las lágrimas se resbalaban  lentamente por sus mejillas.
  
Don Pedro,  aún impactado por todo los sucedido, se dio cuenta que él había sido el  culpable de la explosión, pues momentos antes de salir del bar dejo  abierta una llave del gas con el que cocinaban. No quiso alterar más la  situación, y prefirió guardar el secreto hasta que fuera prudente decir  la verdad.
  
La madre junto a dos hombres  llevaron cargada a Jennifer a la casa del único médico en todo el  pueblo. Una vez ahí, la señora toco fuertemente la puerta mientras  seguía sollozando por lo sucedido a su única hija.
  
El  médico, que era un señor alto, con barba blanca y extensa y que siempre  procuraba estar bien vestido, recibió a la madre y a la inconsciente  Jennifer. El  rápidamente la inspeccionó, y le dijo a la  señora que su hija seguía viva, pero corría peligro de morir, pues esas  grandes quemaduras la habían desfigurado por completo y podrían alterar  gravemente su salud. 
  
-¿Qué me recomienda hacer señor?, ¡dígame por favor!- Decía aún muy alterada la señora.
  
-En  primer lugar debe de tranquilizarse, si sigue así la que podría morir  es usted por causa de un paro cardiaco. Y en segundo, usted me tendrá  que dejar a su hija aquí, yo le daré tratamiento y si veo progreso tal  vez podría dejar que volviera a su casa – Explicó el señor.
  
-De  acuerdo, vendré todos los días para informarme de las mejoras de mi  hija, muchas gracias doctor- dijo la señora en un estado de más  tranquilidad.
  
Pasaron 8 días, y la  madre de Jennifer fue a ver a su hija a casa del doctor. Ahí encontró la  grandiosa sorpresa de que su hija ya estaba consciente y durante toda  la noche anterior había tenido una mejora considerable.
  
-Bueno señora, creo que esto quiere decir que su hija podrá volver a su casa hoy mismo- Dijo en tono de felicidad el doctor.
  
-¡No  puede ser! ¡Estaré agradecida con usted toda la vida doctor, ha evitado  la muerte de mi hija!- Decía la mamá de Jennifer mientras abrazaba a el  señor con lágrimas en los ojos.
  
Entonces,  un grupo de hombres llevaron a su casa a Jennifer. Ella iba en una  camilla, e iba muy feliz porque logró sobrevivir ante tremendo  accidente. Llegando a la casa, postraron a Jennifer en la cama de su  habitación, los hombres se retiraron y la madre de Jennifer se quedó  platicando con ella por un largo tiempo.
  
-Bueno  Jenny, no quería dejarte sola en estos momentos, pero tengo que ir a  buscar las cosas que el doctor requerirá para tu tratamiento- le dijo la  mamá a Jennifer.
  
Jennifer no respondió, y tan solo observó como su madre salía por aquella desgastada puerta que tenía en su habitación. 
  
-Por fin regresas- dice una voz misteriosa después de la salida de su madre.
  
Ella  volteó hacía la repisa donde días anteriores había dejado a la rosa  antes del accidente. La flor ahora se veía peor que antes, le quedaban  tan solo dos pétalos y su tallo pasó a ser de un color negro.
  
-¿Qué te ha sucedido? Tu aspecto es diferente- dijo la rosa.
  
-Tuve un accidente muy grave, pero afortunadamente no he muerto- responde Jennifer.
  
La rosa y Jennifer conversaron sobre lo sucedido por un largo tiempo, hasta que esta quedó dormida. 
  
Jennifer  despertó, vio por la ventana y se dio cuenta que la noche ya había  caído, se quedó viendo hacía una muñeca que tenía desde los 4 años, y se  puso a pensar en todas las vueltas que puede dar el  mundo de un momento a otro.
  
Entonces  fue cuando escuchó una voz, no entendía muy bien lo que decía pero  venía de la habitación que seguía de la de ella. Con las pocas fuerzas  que tenía, y contra las recomendaciones que el doctor había dado, se  levantó.
  
Siguió la voz con unos  temblorosos pasos, abrió lentamente la habitación de donde provenían, y  se dio cuenta que era su mamá rezando.
  
-Dios  mío, te quiero agradecer por la salud de mi hija, gracias a ti ella  está de vuelta aquí en la casa después de todo el ajetreo que ha vivido.  Lo único que no entiendo es porque has hecho que la gente la desprecie,  paso de ser alguien muy conocida y con muchos amigos, a ser un fenómeno  que nadie quiere ver, todo gracias a esas quemaduras que han quedado en  su cuerpo permanentemente. Te pido por favor que… - 
  
-¡¿qué estás diciendo madre?! - interrumpe Jennifer con ojos lagrimosos.
  
-¡Jennifer!  ¡¿Qué haces parada jovencita?! El doctor dijo claramente que no te  podrías levantar por un tiempo- grita esquizofrénicamente la mamá.
  
-¡Antes de regañarme explícame! ¡¿Cómo que la gente me desprecia?!- exigió Jennifer.
  
-¡Así  es hija, no quería decírtelo porque sabía que te iba a doler, pero  todos los chicos del pueblo, que antes considerabas amigos, empezaron a  despreciarte desde que supieron sobre tu nueva apariencia! ¡¿por qué  crees entonces que nadie te fue a visitar a casa del doctor?!- dijo sin  pensarlo la mamá.
  
Jennifer quedó tiesa  por unos segundos y tras eso salió corriendo de la habitación. La mamá  se quedo llorando frente a su cama por todo lo que había pasado, ella  aún no lo podía superar.
  
Pasó al menos 2  horas, y la madre de Jennifer decidió ir a disculparse por haber  explotado de aquella forma con ella. Salió de la habitación y recorrió  el pasillo hasta llegar a la puerta del cuarto de Jennifer. Ella intento  abrir pero fue inútil, al parecer algo estaba atascado con la puerta  para evitar que se pudiera entrar. A la señora le entró la histeria, a  partir de ese momento supo que algo estaba mal, corrió a la cocina y  agarró una silla para intentar tumbar la puerta con ella.
  
Su  plan fue un éxito, logró entrar a la habitación pero por desgracia se  llevó una muy desagradable sorpresa. Jennifer se encontraba colgada del  cuello con una soga, completamente desnuda dejando ver sus quemaduras,  con los brazos ensangrentados y el tallo de la flor atravesando su mando  izquierda. En la repisa donde estaba la flor dejo una nota que decía:
  
“Ahora entiendo a mi amiga la rosa, es horrible que te excluyan de un grupo por empezar a ser diferente”
  
Desde  ese día no se le ve a la mamá de Jennifer en el pueblo, y el cuerpo de  la joven descansa en un panteón a las afueras del pueblo, justo a lado  del hermoso campo de rosas.