Advierto  que hoy traigo un texto un poco más difícil que de costumbre. De vez en  cuando me gusta compartir este tipo de reflexiones, a fin de enlazar  con otras personas que puedan compartir este tipo de inquietudes  místicas. A lo mejor se sorprenden de la existencia de una mística  científica, ya que tras el renacimiento ha sido casi totalmente  olvidada. La irrupción del nominalismo hizo que la vía mística de la ciencia quedara detenida. 
Su  autor, Nicolás de Cusa, fue cardenal y obispo de Bresanona, ciudad del  norte de Italia. Nació en Cusa en el año 1401 y muere en Todi en año  1464. Fue uno de los teólogos que iniciaron la transición del medievo al  renacimiento por medio de un entendimiento unitario de todo lo que  existe. Este fragmento de su obra “La Docta Ignorancia” nos da una clave  para entender el misterio de los paradigmas que nos hablan de Dios en  todo lo que existe.
Todos nuestros más sabios, más divinos y más santos doctores están de acuerdo en que realmente las  cosas visibles son imágenes de las invisibles, y que nuestro creador  puede verse de modo cognoscible a través de las criaturas, casi como en  un espejo o en un enigma. Y el que las cosas espirituales, que para  nosotros son por sí mismas intangibles, puedan ser investigadas  simbólicamente, tiene su raíz en las cosas que antes se han dicho.  Puesto que todas las cosas guardan entre sí cierta proporción  (que para nosotros, sin embargo, es oculta e incomprensible), de tal  manera que el universo surge uno de todas las cosas y todas las cosas en  el máximo uno son el mismo uno. Y aunque toda la imagen parezca  acercarse a la semejanza del ejemplar, sin embargo, excepto la imagen  máxima, que es lo mismo que el ejemplar en la unidad de la naturaleza, no hay una imagen de tal modo similar, o igual, al ejemplar que no pueda hacerse más semejante y más igual infinitamente, como ya hemos visto antes que es evidente.
Cuando se haga una investigación a partir de una imagen, es necesario que no haya nada dudoso sobre la imagen en cuya trascendente proporción se investiga lo desconocido, no pudiendo dirigirse el camino hacia lo incierto, sino a través de lo presupuesto y cierto. Todas las cosas sensibles están en cierta continua inestabilidad a causa de su potencialidad material, abundante en ellas.  Lo que es más abstracto que esto, cuando se reflexiona sobre las cosas  (no en cuanto que carecen de raíz de elementos naturales, sin los  cuales no pueden ser imaginadas, ni en cuanto yacen bajo la fluctuante  potencialidad) vemos que es muy firme y muy cierto para nosotros, como  ocurre con los objetos matemáticos; por lo cual los sabios buscaron  hábilmente en ellos, por medio del entendimiento, ejemplos para la  indagación de las cosas. Y ninguno de los antiguos, a quien se considere importante, buscó otra semejanza que la matemática para las cosas difíciles.
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 En  una conversación en Facebook apareció la palabra “proporción”. Mi  interlocutor me pregunto qué tenía que ver esa palabra en lo que  estábamos dialogando. ¿Tienen que ver el cristianismo con la proporción?  Es complicado encontrar mejor referencia de este concepto que la frase  bíblica que se refiere a Cristo: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente.”  Salmo 117,22, 23
La  piedra angular o clave de bóveda es aquella que se coloca en la parte  superior de los arcos y que reparte proporcionalmente los empujes para  dar estabilidad a la construcción. Entender qué es esta piedra angular  nos permite entender qué función tiene Cristo en nosotros y la Iglesia.
Hay  otros muchos aspectos de nuestra Fe que se iluminan cuando los  abordamos por medio de la semejanza. Las proporciones trascendentes se  hacen evidentes ante nuestros ojos si sabemos mirar con limpieza de  corazón. Ya nos lo Cristo: “Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”  Mateo 5, 8( 
Pero  estas proporciones no solo nos hablan de Dios desde fuera y hacia fuera  de nosotros. También nos hablan desde y hacia dentro de nosotros. En el  Tratado sobre el Orden, San Agustín nos dice: “Luego yo soy superior (a los animales), no por fabricar cosas bien proporcionadas, sino por conocer las proporciones
Estimado lector, seguramente se esté preguntando si es necesario entrar en el laberinto que intento dibujar.  Ciertamente no es necesario. La Fe es un don de Dios que sólo necesita  de nuestra aceptación para que la Gracia de Dios la haga crecer en  nosotros. Ahora, también es cierto que la Fe se robustece por medio de  los dones de entendimiento, ciencia y sabiduría. Roguemos a Dios para  que recibamos estos dones y que la Fe se vaya afianzando en nosotros,  día a día, por medio de la Gracia de Dios.
 
 

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