jueves, 13 de octubre de 2011

COSAS INTERESANTES

Formentor
La semana no es nada de fácil. Hace pocos días se hablaba de la crisis en Grecia: ahora ya se comenta la probable caída de Italia. En Grecia existe un gobierno permisivo, que anuncia las más diversas medidas de austeridad, pero que no las cumple ni pretende cumplirlas. En Italia, el gobierno de Silvio Berlusconi se encuentra en una crisis vertiginosa, en una situación de desprestigio creciente. ¿Qué efectos de dominó de Italia pueden producirse en Europa? Me parece que hay un hecho real, indiscutible: nadie sabe nada. Todos cruzan los dedos y cierran los ojos. Yo despido a los últimos invitados de la fiesta nacional chilena, que hemos celebrado el día viernes 16, hago mi maleta y parto a unas conversaciones literarias en Formentor. El cabo y la caleta de Formentor (cala, dicen los mallorquines), son lugares idílicos, alejados del mundanal ruido, de la costa norte de Mallorca, en las islas Baleares. Salir del asfalto del barrio de la Motte-Picquet y encontrarse en un balcón frente a una cala estrecha, casi deshabitada, flanqueada por montes, peñones, islas, veleros anclados a pocos metros de la playa, tiene algo de magia, de sueño. En este lugar y en el Hotel Barceló, en los años sesenta, tenían lugar reuniones de editores europeos y escritores de todas partes que pronto se volvieron legendarias. Ahí salieron a relucir nombres que eran apenas conocidos, como los de Jorge Luis Borges, Alexander Soljenitsin, Nathalie Sarraute, o totalmente desconocidos hasta ese momento, como los de Jorge Semprún, Carlos Fuentes o Mario Vargas Llosa. En otras palabras, el boom latinoamericano comenzó en Barcelona y en París, pero también en los jardines y boscajes, en las escalinatas de piedra, en las salas de reuniones a donde he llegado a parar hace tres o cuatro días. Cuentan que las intromisiones de la Guardia Civil, de los grises, como se los llamaba, de los últimos años del franquismo, obligaron a emplazar las conversaciones en otras ciudades de Europa. Ahora ha surgido la idea de renovarlas en una España libre de grises, de guardias que se instalaban en la puerta del bar y exclamaban en voz alta: ¡Mira qué bien viven estos escritorzuelos comunistas!
Se analizarán los temas de la memoria, la historia y la ficción literaria. Concurren novelistas de diferentes generaciones, críticos, historiadores. Los vacíos de la historia, inevitables, a veces abrumadores, dan mayor facilidad para escribir novelas. Un joven francés que reside en España, Mathias Enard, acaba de publicar un texto de alrededor de ciento ochenta páginas sobre un viaje que hizo Miguel Angel Buonaruotti, en el siglo XVI, a Constantinopla. Se sabe que el sultán quería encargarle un puente sobre el Cuerno de Oro, para completar un proyecto que había sido abandonado por Leonardo da Vinci, y no se sabe mucho más. El joven Mathias Enard examinó todos los documentos que pudo en Roma, estudió a fondo el Renacimiento italiano, y después partió a instalarse un par de años en Estambul, la Constantinopla del viaje de Miguel Angel. Inventó lo que no sabía sobre aquella experiencia, y conoció el ambiente de ahora, donde sobreviven restos, indicios, ruinas, mosaicos escondidos. Había estudiado ese comienzo del siglo XVI —Miguel Angel desembarcó un 13 de mayo de 1503—, y lo demás fue un aporte de su propia imaginación. Nadie podría discutir que el resultado literario es novela, ficción de la mejor clase. No recuerdo ahora el título de su libro, pero sé que es bastante largo y que en alguna parte figura la palabra elefante. Los narradores de la nueva generación, en buenas cuentas —Mathias tiene 31 años—, usan la historia con libertad, con soltura de cuerpo, con sentido del humor, para elaborar sus fantasías. La realidad incompleta es un buen alimento de la imaginación, y mejor mientras menos completa. Yo cuento que me encontré con la situación siguiente: Miguel de Montaigne, personaje tan real como Miguel Angel Buonaruotti, había viajado a París en 1588 y recibió una carta apasionada de una joven lectora. Fue a visitarla a la casa de campo de su familia, en el pueblo de Gournay sur Aronde, por un período anunciado de tres días, y se quedó seis meses. Se conoce algo de lo que ocurrió en los tres primeros días, en un fin de semana normal, pero no conocemos absolutamente nada acerca de lo que sucedió en esos seis meses. Las posibilidades de hacer una elaboración novelesca, ficticia, saltan a la vista. A condición de tener ideas claras sobre los personajes, la época, las guerras de religión, la crisis en los campos, las costumbres y prejuicios que regían la conducta de las mujeres, las vestimentas, las comidas. No es poco, y tuve que entrar en una explicación acerca de lo que entiendo por «estilo conjetural».
En las converses de Formentor, si el auditorio escucha con atención, si se ríe de buena gana de cuando en cuando, si hace preguntas interesantes, se puede estimar que la apuesta está ganada. Mucha gente ha viajado desde la ciudad de Palma y ha pernoctado en el hotel para seguir las discusiones. Si la lectura está en decadencia entre nosotros, no ocurre lo mismo en España y, en general, en el Viejo Mundo. Kenizé Mourad, autora del famoso De parte de la princesa muerta, cuenta su relación de familia con el último sultán de Turquía, la historia íntima que conoció a través de los papeles que le dejó su madre en herencia y que le fueron entregados en París por un guardia turco de palacio, y la sencillez del relato, su solidez, su notoria verdad, impresionan a todos. Había conocido el libro en forma indirecta, a través de los comentarios frecuentes de su traductor al español, el escritor chileno Mauricio Wacquez, y ahora me propongo leerlo desde la primera frase hasta la última. ¡Mauricio Wacquez!, exclama Kenizé Mourad, encantada, y me toma de las manos, como si fuera un emisario de ultratumba. Para eso, entre otras cosas, sirven las reanudadas converses de Formentor, y si sólo sirvieran para eso, estarían plenamente justificadas

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