La  incorporación de la mujer al mercado laboral hace que en muchos casos  la crianza de los niños recaiga en la “sufrida” abuela, ya que  la precariedad laboral que rodea a muchas mujeres hace que no puedan  asumir el coste de guarderías. Al fin y al cabo, se sigue perpetuando  el estereotipo: la mujer (en este caso otra) sigue asumiendo  los cuidados.
Este  fenómeno de abuelas cuidadoras está bastante extendido en nuestros días  y la ayuda proporcionada por ellas es mayor en el caso de madres  jóvenes o que carecen de pareja. Y es que actualmente existe una falta  de disponibilidad real de tiempo de muchas mujeres (porque son las que  siempre lo hacen) hacia el desarrollo de los cuidados principales de sus  hijos, lo que hace que las abuelas cuidadoras sean los  principales miembros de la familia que asumen la responsabilidad de la  mayoría de las tareas de cuidados del nieto o nieta dependiente.  Este supuesto poder de las abuelas no es tal, sino el resultado de un  desequilibrio familiar originado por los vertiginosos cambios sociales  en la familia paralelos a los que se producen en el ámbito social y  laboral.
Hoy  en día las mujeres viven más años que antes y en mejores condiciones,  lo que les permite ofrecer apoyos familiares durante más tiempo en caso  de necesidad. Pero a su vez, este aumento de la longevidad y la calidad  de vida ha propiciado que nuestros abuel@s desarrollen más actividades  sociales que antes y que tengan mayores accesos a recursos de ocio,  viajes y actividades culturales. Por ello, cuando estas abuelas asumen  los cuidados principales de sus nietas y nietos, entran en el  conflicto entre el deseo de apoyar a su familia ante una necesidad y el  deseo de desarrollar sus propias vidas en una edad madura o avanzada,  cercana a la jubilación o ya pasada ésta. A veces incluso entran  en conflicto con sus propios maridos, quienes en ocasiones al  no sentirse identificados con el rol de cuidadores exigen esta etapa de  descanso y ocio que a su edad les corresponde. También emergen  problemas derivados de la propia relación de cuidados con los niet@s y  los hij@s, cuando las decisiones de las abuelas cuidadoras son  incompatibles con las del cuidador principal (madre y padre del niño o  niña), en definitiva, cuando lo que la abuela cuidadora quiere no es lo  que los demás piensan que sería mejor para el niño o la niña. En la  mayoría de los casos se ha visto cómo la tarea de cuidar a un familiar  dependiente genera una situación de estrés y deterioro de la salud  física de la persona que lo lleva a cabo. Los impactos negativos  de la acción de cuidar incluyen frecuentemente mayores niveles de depresión,  ansiedad, poca salud física percibida, aumento del uso de los servicios  de salud y conflictos entre cuidadores y otros miembros de la familia.

Muchas  de estas “super abuelas” aseguran que dan sentido a sus vidas y  se sienten útiles cuidando de sus niet@s y apoyando a sus  hij@s en esta tarea cuando las circunstancias familiares lo requieran, hecho  que influye positivamente en su autoestima pero no en su salud.  
Ante  este panorama no puedo dejar de reflexionar sobre varias cuestiones. En  primer lugar, continuamos perpetuando el rol de cuidadora de la  mujer: no cuida al niño o niña la madre, pero lo hace la  “super abuela”, persona de edad avanzada que físicamente en la mayoría  de los casos ya no está al 100% de sus posibilidades. Además, creo que  la madurez en torno a los 60 años o la vejez son etapas de la vida en la  que las personas deberían aprovechar para realizar todo aquello que les  hubiese gustado y que por diversos motivos (laborales, de cuidado de  sus hij@s,etc.) no pudieron hacer en su momento. El tener que  cuidar de sus niet@s las vuelve a limitar y en muchos casos incluso a  “esclavizar”.
En  ocasiones me parece una situación de abuso total de hij@s hacia  padres, porque es cierto que a veces la economía familiar no  permite otra elección, pero también sé de casos en los que obviamente se  convierte en una forma de ahorro considerable (pensemos lo que puede  constar un niñ@ todo el día en un centro o guardería, o pagar a alguien  para que lo cuide). Además, siempre se tiene la excusa perfecta: “no  puedo dejarle en mejores manos, las de mi madre”. ¡Y tanto!, así  nos vamos todos muy tranquilos al trabajo, eludiendo nuestras  responsabilidades.
Por  último, critico abiertamente esos talleres que las  Administraciones dirigen a esas abuelas. Me parece perfecto que les  hagan comprender que tienen que sacar tiempo para ellas, pero ojo, eso  puede causarles situaciones de verdadero estrés porque en ocasiones es  que no disponen ni siquiera de media hora. Además, creo que lo que  deberían hacer realmente es invertir en servicios sociales para que  pudieran dar una cobertura de cuidados gratuitos para la población, ante  la realidad social en la que estamos. Y puestos a hacer talleres, que  los hagan para los padres (hombres), para que sientan que el cuidado de  sus hij@s también es cosa suya.
 
 

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