Como ya  he dicho en otras ocasiones, la palabra es el único don reservado al ser humano, pero no sabemos  hacer uso de él. No sabemos sacarle partido.
Dialogar,  exponer ideas, mostrar opiniones; es enriquecedor para todos. Pero  parece que cuando no opinan como nosotros, o cuando dos o tres personas  entablan un contraste de pareceres más acalorado que de costumbre, nos  asustamos y huimos.
Discrepar  también es un arte. Hacerlo dentro del respeto y la educación, además de  un arte, es una lección de tolerancia y sentido común, de la que se  pueden aprender muchas cosas; un punto de vista diferente al nuestro, un  ángulo diferente desde el que mirar las cosas, a veces incluso,  conseguir que otros vean las cosas desde nuestro punto de vista...  Hablar nunca es tiempo perdido, es sabiduría ganada al tiempo.
Nunca  renunciaré a hablar, a defender mis ideas, pero aun menos a que otros  hablen y expongan las suyas... sean las que sean. De todo se sacan  experiencias y aprendizaje.
No nos  asustemos cuando alguien discrepe, escuchemos e intervengamos con  nuestro granito de arena. De veras, no es malo. Al contrario. 
Soy una  cabezota, lo sé. Defiendo las cosas en las que creo, pero me gusta que  me hagan pensar y mirar en otras direcciones. No soy inteligente, pero  me gusta escuchar y aprender... sobre todo me gusta pensar, que me hagan  pensar... y si yo consigo hacer pensar un poquito a otros, pues mejor  que mejor. Si no, no pasa nada. 
Curiosamente,  las personas con las que más discrepo, son las mismas a las que me une  un cariño especial... ¿Será porque todos podemos expresarnos como  realmente somos? Sin falsas posturas de cordialidad...
Vuelvo al  principio... Nosotros que podemos, hablemos... Nunca es tiempo perdido
 
 

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