sábado, 12 de junio de 2010

DISCREPAR

Como ya he dicho en otras ocasiones, la palabra es el único don reservado al ser humano, pero no sabemos hacer uso de él. No sabemos sacarle partido.
Dialogar, exponer ideas, mostrar opiniones; es enriquecedor para todos. Pero parece que cuando no opinan como nosotros, o cuando dos o tres personas entablan un contraste de pareceres más acalorado que de costumbre, nos asustamos y huimos.
Discrepar también es un arte. Hacerlo dentro del respeto y la educación, además de un arte, es una lección de tolerancia y sentido común, de la que se pueden aprender muchas cosas; un punto de vista diferente al nuestro, un ángulo diferente desde el que mirar las cosas, a veces incluso, conseguir que otros vean las cosas desde nuestro punto de vista... Hablar nunca es tiempo perdido, es sabiduría ganada al tiempo.
Nunca renunciaré a hablar, a defender mis ideas, pero aun menos a que otros hablen y expongan las suyas... sean las que sean. De todo se sacan experiencias y aprendizaje.
No nos asustemos cuando alguien discrepe, escuchemos e intervengamos con nuestro granito de arena. De veras, no es malo. Al contrario. 
Soy una cabezota, lo sé. Defiendo las cosas en las que creo, pero me gusta que me hagan pensar y mirar en otras direcciones. No soy inteligente, pero me gusta escuchar y aprender... sobre todo me gusta pensar, que me hagan pensar... y si yo consigo hacer pensar un poquito a otros, pues mejor que mejor. Si no, no pasa nada. 
Curiosamente, las personas con las que más discrepo, son las mismas a las que me une un cariño especial... ¿Será porque todos podemos expresarnos como realmente somos? Sin falsas posturas de cordialidad...
Vuelvo al principio... Nosotros que podemos, hablemos... Nunca es tiempo perdido

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