Magnífico aviso a navegantes. A pesar de la brutalidad episcopal, y del odio de la Caverna de
la seguimos pensando en el Evangelio inclusivo de Jesús de Nazaret. Es
lo que se deduce de este artículo de José María Castillo en su BlogTeologia sin censura ..
En esto de la religión y de las
creencias, las cosas se han puesto de tal manera que, si todo este
asunto se piensa detenidamente, pronto se tiene la sospecha (la fundada
sospecha) de que hay gentes que se ven a sí mismos como agnósticos,
heréticos o ateos, y que sin embargo lo más razonable es pensar que
tienen fe, que (sin saberlo ellos) creen en Dios, buscan a Dios, son
creyentes.
De la misma manera que, en el extremo
opuesto, también hay personas (quizá más de las que imaginamos) que se
ven a sí mismas como creyentes y, sin embargo, seguramente no lo son.
Para explicar lo que quiero decir, no me
voy a andar con muchas elucubraciones. Lo que aquí me importa dejar
claro es lo siguiente: en los evangelios sinópticos (Mc, Mt y Lc),
cuando se dice de alguien que es una persona creyente (que tiene fe), no
se trata de una persona religiosa, observante, piadosa y que acepta las
enseñanzas de los sacerdotes y autoridades sagradas.
Nada de eso. La fe es asunto de
personas que (por lo que sea) lo pasan mal en la vida, se ven en apuros,
atraviesan situaciones de dolor y sufrimiento. Me refiero a los numerosos casos en los que Jesús les decía a quienes quedaban curados de sus males y penalidades: “Tu fe te ha salvado”
(Mc 5, 34; Mt 9, 22; Lc 8, 48; cf. Mc 10, 52; Mt 8, 10. 13; 9, 30; 15,
28; Lc 7, 9; 19, 19; 18, 42). Y conste que hay casos en los que Jesús
elogia la fe de personas que eran paganos (no tenían ni las creencias,
ni practicaban las normas de la religión de la Biblia).
Es lo que ocurrió con el Centurión
romano, que estaba al servicio de Herodes (cosa que ocurría en Galilea,
como cuenta el historiador Flavio Josefo). De este hombre dijo Jesús que
era el hombre con más fe que había visto (Mt 8, 5 par). Es también el
caso de la mujer pagana que vivía en Siria (Mt 7, 26). Y es igualmente
el caso del samaritano leproso al que curó Jesús junto a otros nueve
leprosos judíos, pero aquello ocurrió de forma que sólo al hereje y
descreído samaritano es al que Jesús le dice: “Tu fe te ha salvado” (Lc 17, 19).
Jesús nunca dijo que quienes tenían fe fueran los sacerdotes, los letrados y juristas, los senadores del Sanedrín, los piadosos fariseos, es decir, las “gentes religiosas” de entonces.
Todo lo contrario. En uno de los últimos enfrentamientos, que tuvo
Jesús con los sumos sacerdotes y con los senadores, el mismo Jesús les
echó en cara a aquellos supremos dirigentes religiosos que ellos fueron
los que “no creyeron” (oúk episteúsate) a Juan Bautista (Mt 21,
25 par), mientras que el pueblo (óchlos = gente que no practicaba la
Ley y que se veía como maldita por los funcionarios del Templo) (Jn 7,
49), ésos fueron “los que creyeron” (Mt 21, 26 par).
Es más, Jesús llegó hasta el extremo de
la provocación cuando les dijo a los sacerdotes y senadores que los
publicanos y las prostitutas entraban en el Reino de Dios antes que
ellos, porque aquellas gentes a las que la religión tenía como
indeseables, éllos fueron los que “creyeron” (Mt 21, 32).
Todo es extraño, sorprendente y
posiblemente inaceptable, para nuestra mentalidad, educada en los
catecismos de toda la vida. ¿No será que quienes redactaron esos
catecismos no se habían fijado bien en lo que dice el Evangelio? ¿No
será, por tanto, que nos han enseñado el asunto de la fe de forma
incompleta? ¿No confirma esto que la teología “oficial” no casa bien con lo que dijo y lo que hizo Jesús en algunos asuntos que son capitales en la vida de los cristianos?
Pues ya anuncio que nos vamos a llevar una sorpresa mayor cuando veamos lo que dicen los evangelios sobre los que no tenían fe. Pero de eso hablaremos pronto. Con lo de hoy, ya tenemos suficiente para “atrevernos a pensar”.
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