Si los animales marinos no  tuvieran algún tipo de comunicación tanto el acoplamiento como la  reproducción serían totalmente fortuitos y eso podría acarrear, incluso  la extinción de la especie.
Es indispensable, entonces, que el  macho y la hembra de una determinada especie posean señales claras para  saber que el momento de la cópula ha llegado para poder sincronizar el  encuentro.
Muchas veces esta comunicación  está basada en olores, un rastro en el agua que el macho puede seguir  hasta encontrar a la hembra dispuesta. Las feromonas generan aromas  sutiles emitidos por ciertas especies para que los capten sus posibles  compañeros sexuales.
Entre las langostas, las feromonas  emitidas por las hembras se identifican con la hormona responsable de  la muda del caparazón. Cuando el animal crece necesita cambiar de  caparazón ya que esta coraza protectora por ser rígida va a impedir el  normal desarrollo del cuerpo.
El problema es que hay un momento  de gran vulnerabilidad entre la hembra que pierde el viejo caparazón y  endurece el nuevo. En ese momento sería una presa fácil para los atentos  depredadores que la encontrarían sin protección alguna.
Es por eso que la hembra comienza a  liberar feromonas en el momento en que la muda está por producirse, los  machos comienzan a acercarse a ella atraídos por el olor.
La hembra aún acorazada tiene  tiempo para elegir al macho adecuado y rechazar a los demás, así como  también defenderse de los depredadores atraídos por la misma sustancia.  Una vez elegido el macho, éste espera el momento en que haya perdido el  caparazón, entonces se monta sobre ella y la abraza con sus fuertes  patas protegiéndola con su propio caparazón y sus antenas de los  posibles atacantes.
El macho permanecerá en esta posición hasta que empiece a formarse un nuevo caparazón que proteja nuevamente a la hembra.
De este modo el macho estará  protegiendo a la hembra y a los huevos fecundados que ella lleva consigo  contribuyendo por partida doble a la preservación de la especie.
En muchas especies animales el  macho, tal vez por ser el más fuerte, suele adoptar una posición  defensiva de la hembra y la prole ante el ataque de posibles  depredadores. De hecho cuando el macho muda su propio caparazón lo hace  en otra época diferente y en este caso no cuenta con ayuda, solo se  refugia en la protección de una cueva hasta que el nuevo caparazón se  endurece.
Desde que el tiempo es tiempo  muchos animales han seguido la ruta de las feromonas que los guían hacia  las hembras garantizando el sagrado ciclo de la vida. Pero el mar que  los cobijó ya no es el mismo mar. El anciano mar ha sufrido más cambios  en los últimos 50 años que en los anteriores 50.000.
Hoy la contaminación traza otras  rutas de olor, rutas de muerte que confunden a los animales  acarreándolos a la extinción. Cruel destino el del hombre que no  entienda que su existencia está ligada a la de los otros animales, cruel  destino el del soberbio que no entienda el equilibrio de la vida...
Tito Rodríguez
Director
Instituto Argentino de Buceo
Director
Instituto Argentino de Buceo
Así como la Langosta hembra tiene  su protector en los días más vulnerables, los creyentes contamos con un  Protector Divino que no protege del enemigo espiritual, no en ciertas  épocas del año, sino continuamente, día a día. El Señor es nuestro  Protector.
Es mi Dios, el peñasco en que me  refugio. Es mi escudo, el poder que me salva, ¡mi más alto escondite! Él  es mi protector y mi salvador. !Tú me salvaste de la violencia! 2  Samuel 22:13.
Inclina a mí tu oído,y acude pronto a socorrerme. Sé tú mi roca protectora,la fortaleza de mi salvación. Salmo 31:2
 
 

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