Era  una antigua y grandiosa mansión de Saint Paul, Estado de Minnesota, que  había sido el orgullo y gozo de sus dueños originales. A lo largo de  los años de maltrato y poco mantenimiento, aquella casa se había ido  deteriorando. Por fin la habían abandonado, y la habían marcado para  demolerla. 
Solo días antes de la fecha fijada  para demolerla, un matrimonio joven pasó junto a ella, y viendo más  allá de lo que era obvio, vieron lo que podría llegar a ser. Decidieron  comprarla para restaurarla.
Finalmente, se llegó a un acuerdo  poco acostumbrado: La Municipalidad o Alcaldía de la Ciudad les vendió  la mansión por un precio simbólico de 1 Dólar, con la condición de que  se mudaran a ella el día en que se finalizara el traspaso de propiedad,  para poder justificar la venta y la no demolición. El matrimonio lo  aceptó.
Aquella casa era un desastre  sucio, infectado de ratas y con las ventanas rotas y solas servía para  destruirla. Así le parecía a todo el mundo, menos a sus nuevos dueños.  Después de una renovación de tres años, aquella casa reflejaba en todos  sus cuartos la personalidad de la joven pareja.
Cuando el periodista que los había  entrevistado les preguntó como se las habían arreglado para hacer aquel  trabajo, ellos le dijeron que, después de recorrer cada cuarto,  observando lo que se necesitaba hacer, decidieron ir terminando un  cuarto tras cuarto, hasta que se terminara el trabajo.
Me siento profundamente agradecido  de que Dios, en su sabiduría, nos trate a nosotros así. Todos somos una  obra en progreso, y su Espíritu Santo nos está remodelando. Eso nos  debe dar la esperanza en cuanto a los cambios que se están produciendo  en nuestra vida, y en la vida de miembros de nuestra familia.
Tomado del libro La Bendición Familiar. Rolf Garborg.Editorial Unilit
Estando persuadido de esto, que el  que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de  Jesucristo. Filipenses 1:6.
El Espíritu de verdad, al cual el  mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le  conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. Juan 14:17.
 
 

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