lunes, 29 de octubre de 2012

AMA A TU PROJIMO COMO A TI MISMO


"Jesús en el Evangelio nos dice que lo que hacemos al más humilde de sus hermanos, a El mismo se lo hacemos. Ver a Dios en la celebración de los sacramentos, en sus imagenes, en la iglesia, en el Sagrario, en su Palabra, etc..., quizás nos resulte mucho más fácil, y hasta cómodo, pero ver a Dios en el prójimo a lo mejor nos cuesta muchísimo. El ser humano es en cierta medida un sacramento porque nos hace presente al mismo Cristo. El lo ha dicho, lo que hicisteis con uno de estos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis e igualmente lo que dejamos de hacer. Ese mismo Jesús al que nos dirigimos en la oración, al que veneramos en la Eucaristía, al que honramos y alabamos, al que rodeamos de delicadeza y hasta de riqueza, cuidando sus templos, vistiendo sus altares, ornamentando sus tabernáculos, etc..., es el mismo Cristo que quizás está sentado a la puerta pidiendo limosna, sucio, desnudo, maloliente, muerto de frío, avergonzado, rehuido, ... El hombre es también el templo vivo de Dios, ¿no deberíamos cuidar igualmente este templo? Es más, deberíamos cuidar sobre todo y en primer lugar el templo formado por las piedras vivas, y después los templos de piedras muertas. Decía San Juan Crisóstomo esto mismo. No os recrimino ese cuidado del Señor y del templo, pero no olvidemos cuidar de igual manera al Señor presente en los más humildes y necesitados, allí también está presente Cristo, El nos lo ha dicho en el Evangelio. Ver a Dios en el hermano es la prueba de hasta dónde ha llegado nuestro amor al Señor, y nuestro conocimiento de El. Verlo no sólo en el que nos agrada o nos cae bien, en el compañero o el amigo, en el esposo o la esposa, en los hijos, en los vecinos, ... Verlo en aquel mendigo que nos importuna quizás con malos modos, en el borracho, en el pobre, en el drogadicto, en el trastornado, en el preso, en el inmigrante, en aquel que quizás huele mal y va sucio, en el enfermo, en el anciano, en el minusválido, etc..., en todos ellos está presente Cristo. ¡Qué misterio más grande! Ellos son sacramento de Dios, sacramento del hombre. ¿Sabremos ver al Señor en ellos? Esta Cuaresma es un tiempo de gracia para pedirle al Señor que lo sepamos descubrir en los más humildes y sencillos, y que igual que lo veneramos en sus sacramentos, lo veneremos igualmente en ellos. No dejemos a Cristo solo y abandonado, pobre, desnudo, enfermo, encarcelado, tirado en la calle, sucio y maloliente, hambriento y sediento, olvidado, despreciado, evitado, ... Señor, ¡cuántas veces he pasado de largo ante Tí! ¡Cuántas me he refugiado en el templo olvidándome de Tí! Dame el saber verte en el prójimo y recibirte en este "octavo sacramento", el sacramento del hombre. P. Alonso"

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