Cuentan  que un cazador excavó un gran hueco en la montaña e instaló una trampa  para capturar animales. Estaba hecha de tal modo que éstos quedaban  atrapados apenas sus patas chocaban con los alambres de la entrada.
Cierto  día un tigre cayó en ella. El animal se agitó y se sacudió, pero no  lograba soltarse porque tenía muy enredada una de sus garras entre los  alambres. Entonces entendió que tendría que perderla si quería escapar.
Y así fue: haló con todas sus fuerzas hasta que, con un terrible dolor, perdió una de sus garras pero salvó la vida.

 
 

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