El poder de la oración no radica en las palabras del que ora, sino en  el poder de Aquel que escucha. La oración es el desafío que Dios mismo  nos hace para que mantengamos con Él, un diálogo íntimo que se traduce  en una comunión, una amistad que nos permita al ser humano tener acceso  directo a la omnipotencia divina: “Clama a mí, y yo te responderé, y te  enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.” (Jeremías 33:3  RV60).
Carlos Spurgeon, el gran predicador inglés del siglo pasado, dio una  definición sobre la oración que es una de mis favoritas, él dijo:”La  oración es el delgado nervio que mueve los músculos de la omnipotencia.”  ¡Imagínese usted que gran privilegio y responsabilidad tenemos al orar y  al desafiar a otros a hacerlo! De ese mismo parecer fue E.M.Bounds,  escritor estadounidense de libros clásicos sobre la oración cristiana  que han hecho impacto en muchas vidas, en uno de ellos afirma: “La  oración es el contacto del alma viviente con Dios. En la oración, Dios  se inclina para tocar suavemente al hombre, para bendecirlo e incluir  todo lo que Él pueda planear o el ser humano pueda necesitar.”
El Señor JESÚS oró, y desafió a la oración a Sus discípulos. Él dio  varias razones por lo cual debemos hacerlo, especialmente cuando nuestra  fe es vacilante para enfrentar y vencer la oposición diabólica: “-Esta  clase de demonios sólo puede ser expulsada a fuerza de oración-respondió  Jesús.” (Marcos 9:29 NVI); también pidió que oráramos para estar firmes  en la fe, cuando Él regrese: “Velad, pues, en todo tiempo orando que  seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y  de estar en pie delante del Hijo del Hombre.” (Lucas 21:36 RV60); para  que sean suplidas todas nuestras necesidades, de cualquier naturaleza  -no los deseos-: “Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo  recibiréis.” (Mateo 21:22 RV60); para que surjan nuevos misioneros y  evangelizadores para la gran cosecha de un mundo hambriento de Dios: “La  cosecha es abundante, pero son pocos los obreros -les dijo a sus  discípulos-. Pídanle, por tanto, al Señor de la cosecha que envíe  obreros a su campo.” (Mateo 9:37,38 NVI); igualmente JESÚS, a través de  varias ilustraciones o parábolas, Él, resaltó la importancia y necesidad  de la oración: las diez vírgenes (Mateo 25); el viajero inoportuno  (Lucas 11:5-10); y entre otras, el juez injusto (Lucas 18:1-8).
Ahora bien, si alguien duda de la necesidad y de la eficacia de la  oración le basta con recordar que todos los grandes acontecimientos en  la Biblia están marcados por períodos previos de oración. Esto era así  tanto en el pueblo judío del Antiguo Testamento como en el cristianismo  del primer siglo del Nuevo Testamento. La Escritura Sagrada es abundante  en ejemplo y en citas al respecto. Recordemos que la oración es ante  todo, un desafío.
Oración: Padre nuestro que estás en los cielos: Te  exaltamos en este día por tu gran misericordia para con nosotros. Eres  digno ser alabado. Tenemos la esperanza en que volverás pronto a  establecer tu reino. Anhelamos que tu santa voluntad se haga en la  tierra como en el cielo. Venimos delante de ti para exponerte nuestras  necesidades de pan, seguridad en nuestro andar y que tu poder nos  librará de todo mal. En esta hora confesamos nuestros pecados y los  pecados de nuestra nación, perdónanos Señor. También ayúdanos a perdonar  a nuestros ofensores. Ya sentimos muy cerca de nosotros que vienes  desde el cielo con poder y gloria que son tuyos por todos los siglos.  Amén.
Perla de hoy: El desafío que continuamente nos hace  Dios en Su Palabra a la oración, tanto la personal como la colectiva,  nos indica que no es opcional y donde haya falta de oración, habrá falta  de poder.
Interacción: ¿Qué te dice Dios hoy por medio de su Palabra? Y en respuesta a ello… ¿Qué le dices tú a Él?
 
 

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