lunes, 21 de marzo de 2011

SI ES POR AMOR A NUESTRO CUERPO

Somos lo que comemos. Así de simple. Si nos alimentamos a base de productos envenenados introducimos ese veneno en nuestro cuerpo y punto. Lo que pasa es que ese veneno está tan rico…, ¡pero es que engorda!. Sin embargo, se puede disfrutar de la comida y no engordar una pizca, es decir, no acumular reservas en forma de grasa que no nos hacen falta para nada.

Hablar de dietas o regímenes para adelgazar cuando medio mundo se muere de hambre da una vergüenza imposible de frenar (por lo menos a mí), pero tenía pendiente de contar la manera sencilla y efectiva de hacer una dieta rica y sana sin hacer que nuestras arterias se hinchen como globos y realizando un buen mantenimiento de los órganos vitales. A nadie le gusta estar pasado de peso; hay una estética social que nos tiene contra las cuerdas (sobre todo a las mujeres) que tiene más fuerza que todos los consejos de salud preventiva que puedan dar los médicos. Es decir, nos importa más “lucir bien” que estar sanos. ¡Qué le vamos a hacer, si tenemos que ser un poco estúpidos para compensar con otras virtudes…!

Dicen que lo mejor sería que fuéramos todos vegetarianos puesto que así nos lo dicta nuestra naturaleza ancestral de primates que no son carnívoros en absoluto, pero como podemos elegir disfrutar mientras comemos no queremos privarnos de esas maravillosas txuletas ni de los cogotes de merluza con ajitos (servidora por lo menos), así que no queda más remedio que seguir unas cuantas reglas para no hacer trabajar al organismo más de la cuenta y de mala manera.

Las dietas disociativas son muy interesantes siempre que no se lleven al extremo de la inflexibilidad. Todos sabemos que el estómago no agradece la mezcla de proteínas e hidratos de carbono (el vulgar filete con patatas) y que somos mamíferos destetados con estómagos que ya no están preparados para asimilar la leche (el capuchino de todos los días, la leche con colacao de antes de dormir); también sabemos que la fruta hay que tomarla aislada, a ser posible en ayunas (de postre: naranja o manzana, vaya imaginación) y que la comida más importante del día debe ser el desayuno. También nos han dicho mil veces que hay que beber mucha agua pero nunca en las comidas,  mejor comer a palo seco y ni soñar en bebidas con gas que hinchan una barbaridad. ¿Y quien no ha oído eso de “Desayunar como un rey, almorzar como un pobre y cenar como un mendigo”?, así que, ¿por qué no hacemos caso de lo que nos dice el sentido común?

Mi dieta perfecta: En ayunas, una o dos piezas de fruta siempre iguales, no mezcladas. La fruta hace un barrido-limpieza intestinal de lo más interesante. Al cabo de unos diez minutos, un par de rebanadas de pan bien tostadas con su chorrito de aceite de oliva virgen y el cafecito o el té. (Sin leche). Si no me apetece pan, me pongo un buen cuenco de cereales o muesli o algo masticable pero jamás industrial. (Proscritas galletas, magdalenas y bollería) Con eso se llega hasta la hora de comer tranquilamente y si hay cierta “gusa” a media mañana pues lo que haya a mano: fruta, frutos secos o un trozo de pan (pero sin meterle nada dentro). La comida compuesta de un plato único pero bien abundante, es tan importante no quedarse con hambre como dejar de comer cuando se está saciado. Si me apetece legumbres, me pongo hasta las cejas de babarrunas con berza y guindillas (y un trozo de morcilla porque está riquísimo) o unas buenas lentejas con su tropezón de lo que sea, de forma que ya no tengo ganas de nada más. ¿Qué a las 5 tengo hambre? Pues es la hora perfecta para un té o un café o esos yogures cremosos con tropezones y 0% de grasa de ningún tipo. O un trozo de queso. O jamón. La proteína se puede comer cuando se quiera, pero…sola. (Adiós bocatas, adiós…).

La cena es a gusto del consumidor: lo que pida el cuerpo. Si vamos de pasta pues sola o con verduras. Si vamos de ensalada que no lleve tomate (el tomate es una fruta ácida, hay que tomarlo sin mezclar; si acaso con huevo, con nada más). Si toca tortilla que sea solo proteínica (la de patatas es un lujo para quienes necesitan engordar rápidamente), tortilla de calabacín y cebolla o de champis y setas o de bonito. Pista abierta a las sopas y todo tipo de vegetales. ¿Que quieres una tabla de quesos? Pues no hay problema, pero sin pan (proteína e hidratos de carbono=susto en la báscula).

Listado de proteínas que me encanta comer: huevos, pulpo, mejillones, langostinos en todas sus formas, sardinas, anchoas, bonito, (salmón no, que es muy grasiento), todo el pescado que esté al alcance de mi bolsillo. No como carne habitualmente y no me pena en absoluto; el pollo, si es de los que han comido maiz, si no, no vale la pena. Las digestiones de la carne son pesadas y producen efectos colaterales, no me arriesgo excepto en época de sidrerías –que una también tiene su corazoncito-.

Así que como a capricho, pero con cuidado de no mezclar proteínas con hidratos de carbono, huyo del azúcar y de la grasaza como de la peste y reservo el alcohol para las celebraciones. Y de maravilla, oiga. Aunque ya se sabe que lo que es bueno para uno no necesariamente es bueno para todos, pero como alguien me ha preguntado pues yo comparto lo que sé. Que para eso está este blog

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