A causa de su testimonio cristiano y sus actividades religiosas, David Klassen estaba encarcelado en los yermos de la Siberia. Como es de suponer, a veces pasaba por tiempos de desaliento y soledad.
Sin embargo, un día recibió ánimo en una manera poco común. Cuando recibió su escaso platillo de sopa, él descubrió que una pequeña hoja había conseguido caerse en su ración. Ya él le había dado gracias a Dios por la comida, pero cuando encontró la hoja se paró inmediatamente y volvió a agradecerle a Dios por aquella pequeña porción especial de su creación. A él le llamo mucho la atención que todo lo demás en la prisión había sido hecho por el hombre: las puertas de hierro, los barrotes, las paredes,. Pero Dios había hecho aquella pequeña hoja y le había permitido ser llevada al interior de aquella prisión, donde ahora servía como medio de consuelo y de aliento para un prisionero desesperado.
Cuando echamos toda nuestra ansiedad sobre el Señor, reconocemos nuestra frágil humanidad y ponemos confiadamente nuestros problemas y preocupaciones en las manos de Aquel que controla el futuro. Ninguna carga es demasiado pesada para su entendimiento divino. Ninguna ansiedad ni problema es demasiado complejo para su discernimiento agudo y su resolución capaz. Recuerda ¡Él cuida de Ti!
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