Un  capitán y su tripulación viajaban en medio de una terrible tormenta  durante una oscura noche y luego de varios días en altamar. El pequeño  barco era golpeado insistentemente por las olas y el viento, y se mecía  casi hasta volcarse mientras toda la estructura crujía y se retorcía  hasta que parecía despedazarse. Habían perdido los instrumentos y no  sabían ni siquiera donde se encontraban. 
En medio de todo esto el capitán  no hacía mas que gritar y maldecir, gritando a Dios y reprochándole todo  lo que pasaba y que habían sido abandonados por Él. Tomado firmemente  del timón en la proa gritaba a los truenos, los relámpagos y el cielo al  saberse perdido.
En ese momento, un marinero dejó  su puesto y corrió donde el capitán quien le reprendió fuertemente en  medio de la tormenta y la lluvia.
- "Por qué dejas tu puesto! Podemos perder el mástil", le gritó el Capitán.
A lo que el marinero contesta:
- "Lo sé señor! Pero hace mas de  10 minutos se vislumbra la luz del faro del puerto!!! Pero usted no la  ha visto por estar gritando."
Cuantas veces no vemos la ayuda de  Dios por quejarnos constantemente de todo lo que tenemos. No hacemos  mas que rechazar todo lo que tenemos.
Tal vez Dios no te de una vida sin  tormentas, pero puede estar seguro de que siempre, en medio de la más  cruel y feroz tormenta que puedas imaginar, El estará presente con su  luz mostrándote el camino y recordándote que se encuentra siempre a tu  lado.
Porque Dios, que mandó que de las  tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros  corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la  faz de Jesucristo.  2 Corintios 4:6
Y hablóles Jesús otra vez,  diciendo: Yo soy la luz del mundo: el que me sigue, no andará en  tinieblas, mas tendrá la lumbre de la vida.  Juan 8:12
 
 

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