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URPI Y LA MONTAÑA  QUE   HABLA
El cielo andino  andaba estrellado por esos días fríos de otoñal marzo. 
La mágica noche era más que luminosa. Urpi miraba pequeñas luces en el 
celestial firmamento como puntitos blancos que iban de un lugar a otro, 
mientras que el frío viento parecía hacer susurros en sus también frías y
 pequeñas orejas.
Ya era muy tarde, el verde de las plantas se convertía ahora en 
negruzcas y ocres  sombras de geometrías diversas, que a veces parecían 
súbitos fantasmas merodeando. Mientras las luciérnagas parecían hadas 
que se le cruzaban y mimaban en el camino. "Debo regresar a mi casa rápido", pensó Urpi, sujetando fuertemente su pequeña canasta de manzanas.
El
 camino estaba lleno de barro, muy resbaloso debido a que había llovido 
durante toda la noche anterior. Los latidos de su corazón empezaron a 
palpitar más fuerte, como si de un tren se tratara. Se sintió perdida. 
Sola y perdida. 
Urpi se detuvo a mirar las estrellas, y pudo ver una gran mancha blanca 
en el cielo, y el rostro sonriente de un viejo de barba blanca que le 
sonreía y le decia; "Debes estar tranquila pequeña Urpi, no estás 
perdida mira el camino de mi blanca barba, confía y síguelo." 
Urpi, acostumbrada a hablar con los ququs y anchanchus del bosque, no 
tuvo miedo,sonrió y siguió su camino; no sin antes preguntarse a sí 
misma por qué la gente no le creía cuando narraba sus experiencias. Como
 cuando el layqa le regaló alas urpitu y voló hasta Paititi, palacio 
dorado cubierto de oro y plata; donde los Inkas perdidos la nombrarían 
última princesa. 
Pero el layqa tambien la llevó más allá, y voló sobre mucha agua. Urpi 
nunca vio tanta agua antes. Luego vio soleadas costas, y apus que nunca 
había visto antes.
Urpi seguía caminando mientras pensaba en eso; y 
miró cómo la luz de la luna se reflejaba en el nevado, que ahora lucía 
azulado. De pronto sintió un trueno muy fuerte, fortísimo. "Urpi! - dijo
 el trueno - soy el Apu Parya, no me tengas miedo." Dijo el Apu sin 
rostro, y prosiguió; "Mi alma lleva esta forma por cientos de miles de años, y me siento muy solo, por eso no quiero que tú te sientas como yo." 
Urpi respondió: "Cómo sabes que estoy sola" al decir esto se sentó en una piedra muy fria y dejó su canasta de rojas manzanas a un lado. "Me recuerdas a mi hermana, a quien nunca conocí bien porque nunca me quiso" murmuro la montaña con voz de trueno. "cuando
 eramos gente como tú, renegó de su familia y se fue, prefirió ser un 
gran mar y guiar marinos, antes que ser Apu como nosotros." Concluyó y todos los arboles miraron a la montaña. 
"Yo no nací de mis padres" dijo Urpi, "Nací de las melodías de una canción de quena, y aparecí entre jazmines. Ellos no son parte de mi"
La sabia montaña derritió sus celestes nieves y provocó un furioso río  luego le habló con estrépito a Urpi a través su rugid; "Kkuchamama
 pensaba que apareció de las espumas mágicas de un lago;  era como 
nosotros, aunque después dicidió ser un anchuroso y bravío mar; ahora no
 está sola, los marineros del mundo le hablan y ella somete a algunos; 
no seas como mi soberbia hermana y busca a los tuyos" 
Urpi entendió que debía buscar a los suyos, a quienes tanto dolor le 
causaron, no quería terminar como Kkuchamama, sola, alabada solo por 
extraños y rechazando sus orígenes. Viajaría a través de 
las melodías coloridas del sueño eterno para conocer a los rayos de luz 
que la crearon, y que Urpi siempre las consideró más bien sombras. 
El Apu orientó su río hacia la casa de Urpi, Killa iluminó el camino, y 
Urpi subió a una balsa de paja mientras Wayra soplo las melodías que 
crearon a Urpi, y que la llevarían a casa con la promesa de ver a su 
familia.
 
 
 
 
 
 
          
      
 
  
 
 
 
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