Se refiere a que puedas sanar tu interior cuando ores con fe.
Entrégale a Dios los malos recuerdos, por ejemplo, tratamientos anteriores, intentos frustrados, situaciones conflictivas, rencores, odios, falta de perdón; en definitiva, todo aquello que te quite la paz, la fuerza para luchar y vencer obstáculos, lo cual hace que tu ser se vaya marchitando, endureciendo tu vida, y que no puedas ver las cosas desde la óptica de la fe.
Todos esos sentimientos y malas sensaciones hacen que te vayas llenando de cosas negativas, que, en definitiva, en lugar de paz, se traducen en disconformidad y apego a lo malo.
Deja que Dios te tome entre sus brazos poderosos para que ilumine tu camino y sientas su guía, lo que te permitirá pensar en las cosas que te faciliten estar conforme.
¿Acaso cuando tienes pensamientos aterradores no sientes que te conducen a un estado de insatisfacción y el espíritu intranquilo?
En lugar de pensar en todas esas situaciones negativas que estás viviendo o que acontecieron en tu pasado, trata de ver el lado positivo. ¿A qué me refiero cuando digo esto? A que si te dejas llevar por el amor de Dios, si logras abandonarte en Él, entregándole todo aquello que te perturba, esperando como recompensa sus bendiciones, el sendero se tornará más esperanzador en un cambio interior profundo que hará que todo lo malo se pueda diluir y con el tiempo lo elimines de tu vida, lo cual significaría un crecimiento espiritual favorable para ti.
¿Qué significa desprendimiento o entrega? Es la entrega hacia Dios de todo lo que anhelamos, lo que nosotros como seres imperfectos no podemos modificar en nuestras vidas. Con la oración se puede obtener ese regalo, que sería como dejar actuar al Altísimo para que su voluntad reine ante la incertidumbre de no saber qué nos depara el destino, aun en la lucha por obtener lo que queremos, que es necesaria, pero que no debe ser con agotamiento psíquico. Al hacer partícipe a Dios de nuestra búsqueda por concretar el objetivo es más llevadera y la esperanza estará presente por la confianza que hace que sea posible la espera en Dios.
Es difícil entregar cosas que para nosotros son tan importantes. A través de la oración, si pedimos a Dios: “Padre, que sea tu voluntad y no la mía”, sería como ceder a un sueño, a un objetivo que podría o no llegar a concretarse.
No obstante, si realmente confiamos en Él y trabajamos en el desprendimiento, en la entrega a Dios con fe de lo que para nosotros es importante en nuestras vidas o todo aquello que nos quita la paz, lo que no nos permite vivir con felicidad y en armonía, llegará el momento en que las respuestas llegarán a nosotros. A pesar de que muchos de nuestros deseos no lleguen a hacerse realidad, Dios tiene respuestas valederas que nos harán entender que no es el tiempo o que está por llegar algo mejor a nuestras vidas.
Con la oración es posible comprobar los regalos de Dios, cuando estamos entregados a su divinidad, a su poder infinito para transformar nuestras vidas. Depende de nosotros dejarnos colmar de sus dones.
¿Cómo puedes hacer esta práctica? A través de la oración diaria y constante para ir conociendo, a través de ella, el método para ir entregándole a Dios, sin suponer una pérdida de algo bueno para nosotros de acuerdo con nuestro criterio, sino con la seguridad de que Él no se equivoca y que nos brindará lo mejor para nuestro espíritu.
Si estás transitando un período en el cual existen situaciones de conflicto, rencores, discusiones, falta de armonía, ataduras con cosas desagradables que aparecen permanentemente en tu mente (como es el caso de la falta de constancia y esperanza en efectuar un tratamiento para adelgazar) y otras situaciones que en estos momentos se te cruzan por la mente y aún no las superaste, te propongo que le entregues a Dios todo ello “con fe”.
De esa manera, con el tiempo, podrás vencer todo tipo de situación negativa y lograrás heredar la gracia que Dios siempre quiere regalarte.
Toda situación nociva que puedas estar viviendo, podrías tomarla como un estado transitorio si no te dejas envolver por el abandono, el pesimismo, la falta de diálogo con Dios. Puedes confiar en un Dios que está siempre cerca de ti, como cuando sientes todo lo que no puedes lograr por ti mismo, como en este caso, bajar esos kilos de más que te acompañan y que te quitan la esperanza de lograr un descenso de peso óptimo, basándote en experiencias anteriores con tratamientos inadecuados que te colmaron de miedos y falta de confianza, que te invadieron internamente de pensamientos negativos, obstructivos… o tal vez hayas seguido métodos que podrían haber llegado a ser beneficiosos para ti, pero tú mismo fuiste el obstáculo principal, pensando en el tiempo que llevaría lograr tu pérdida de peso y en las situaciones no esperadas que se suscitarían durante el mismo, dejándote vencer por todo ello sin pensar en un resultado que hubiese sido beneficioso para ti si trabajabas con todas tus trabas, tus inseguridades y tu falta de paciencia, no realizándolo solo, sino con la ayuda de Dios.
Muchos individuos, cuando tienen dificultades, dejan conducir sus vidas por falsos profetas, a quienes endiosan pensando que las curas provienen de estos seres.
Dios hizo el mundo. En él estamos todos, los buenos y aun a los malos les permite estar en este universo.
También existe la fuerza del mal, que actúa libremente en los humanos si no están unidos a Dios.
Albert Einstein dijo que “el mal es el resultado de que la humanidad no tenga a Dios presente en sus corazones”. Qué verdad es esta. Todo lo malo se lo atribuyen a Dios… ¿y quién es el príncipe de este mundo? No es él porque no todos le permitimos gobernar.
Dios puso en este universo al príncipe, que es el ángel caído (Satanás, el diablo). Él también sabe bastante de la palabra de Dios y la utiliza para atrapar a los hijos de Dios.
Si alguien te dice “Te curé”, no creas en eso.
Dios es quien les da “el don de la curación a sus elegidos” y cuando hacen uso de ese poder, debe ser con humildad y realizado en el nombre de Dios.
Muchos confían en sacerdotes y manifiestan haber sido curados durante una misa. Y eso no es así.
Los mismos sacerdotes, cuando predican la palabra de Dios, afirman que ellos tienen el don de la curación no sólo a través del bautismo, que significa morir al pecado original ocasionado por Adán y Eva para nacer con la gracia de ser hijos de Dios. A partir de ello, muere el hombre viejo para renacer a la bendición del Altísimo. También, a través del sacerdocio, Dios les encomienda orar y de esa manera pueden sanar a los enfermos invocando a Dios, quien, en definitiva, es el que sana.
Los sacerdotes son intermediarios, no son los que curan. Ellos, cuando utilizan adecuadamente sus dones, pueden ayudar a la obra que Dios quiere brindar a sus hijos, que podría ser la sanación de enfermedades físicas o psíquicas, u otra bendición que quiera otorgar a cada creyente.
Cuando un sacerdote predica la palabra a favor de la curación de enfermos, siempre dice que la obra final es la de Dios…, que ellos actúan como mediadores de la gracia divina.
Dios dice en su palabra que quien cree en Él tiene el poder de sanar a enfermos a través del bautismo.
Los que se casaron por Iglesia también tienen otro elemento y a través de la oración pueden pedir al Padre la sanación de sus esposas o esposos; también los padres, etc.
Todos tenemos que trabajar en aquellas áreas que no están en paz, en armonía, en las cuales hay trabas, inconvenientes que nos hacen sentir débiles, sin fuerzas.
Cuando amamos y conocemos a Dios, todo ello es más fácil. Esto no significa que las respuestas sean automáticas. Hay que saber esperar, es un proceso. Dios, en cada circunstancia, quiere una transformación, un crecimiento espiritual que nos lleve hacia Él.
Hay situaciones que consideramos que deben ser de una u otra manera, y no salen como queremos. Los creyentes, cuando esto ocurre, decimos que no es el tiempo de Dios, que debemos seguir insistiendo en la oración para encontrar respuestas que nos acerquen a lo que nos será beneficioso.
La oración mueve las fibras más internas, nos conecta con un Dios vivo, hace que nuestro ser se vaya transformando, trabajando diariamente para eliminar todo aquello que nos aleja de los beneficios que Dios tiene reservados para nosotros, sus hijos.
Tú tienes un área que está sin la presencia de Dios. No puedes adelgazar. Has intentado muchos métodos que no te permitieron llegar a tu meta o fuiste tú mismo quien no hizo posible alcanzar el objetivo.
¿Aún no deseas que Dios esté en tu vida? ¿Piensas que Él no puede ayudarte a adelgazar y a aumentar tu autoestima?
Te invito a que lo intentes, a que comiences a aceptarlo como si fuera un amigo, ese ser que vela por tu bienestar.
No comiences un tratamiento pensando en el resultado negativo; aún no es el tiempo. Date la ocasión para que puedas amigarte, para aceptar que no eres perfecto, que tienes que trabajar con tu negatividad, con tus inseguridades, con tu autoestima.
Comienza esta vez no en soledad. Dios puede ayudarte…, inténtalo. Pídele con fe por esa área de tu vida que no puedes manejar por ti mismo. ¿Qué pierdes con intentarlo? Tampoco te digo que el conocimiento de Dios es instantáneo. Es un proceso al que hay que darle tiempo para ver cambios favorables. Dale a Dios la posibilidad de conocerlo y a ti, la posibilidad de experimentar su divinidad en tu persona