miércoles, 22 de mayo de 2013


Una cuestión de actitud

Escuchamos constantemente ese tema de la actitud  y lo que no sabemos es lo primordial que resulta esto en la vida, ya que la actitud determina una gran parte de lo que yo soy y significo.
Puedo manejar a mi acomodo lo que quiero que los demás perciban de mí, hasta puedo engañarlos mostrando facetas de mí que aparentemente agradan o cautivan, pero nuestra actitud hacia la vida siempre va en línea con lo que realmente nos motiva y queremos.
Independiente de la apariencia que queramos proyectar, nuestra actitud será el reflejo de nuestras verdaderas prioridades y cualquier observador algo advertido tendrá en nuestra actitud, el insumo necesario para leer nuestra manera de ser.
Cuando hablamos de los tipos de YO en Psicología nos encontramos con que el Yo público es el que se expresa y se muestra exteriormente, corresponde a la personalidad, lo que bien puede considerarse como el esfuerzo del individuo de aparecer como ese ser más o menos sociable, o más o menos carismático para la eficiente interrelación con los otros.
Cosa muy diferente sucede con el YO privado que está más acorde con nuestra verdadera naturaleza interior y que responde al querer del individuo, casi siempre se conduce por la búsqueda de gratificación o placer propios de esa persona.
Esta dualidad representa la clásica lucha del ser humano entre el querer y el deber.
No se trata aquí de condenar al uno y enaltecer al otro, pero si de establecer el paralelo y las concordancias que existen entre ambos para diferenciarlos y ser seres más auténticos y que actuemos de manera coherente.
Personalmente pienso que el tercer tipo de YO, tiene de alguna forma ese atributo de autenticidad de que hablamos, es el YO sagrado y es el que más se asimila a nuestra esencia espiritual, por lo que le estaremos dedicando una sección especial más adelante.
Ahora bien, debajo de la actitud subyacen una serie de elementos que la determinan, tales como la emoción y los paradigmas que la sustentan.
Debemos saber que este tipo de situaciones siempre están sometidas a otros factores que a su vez condicionan o supeditan a nuestras emociones y nuestro esquema mental. Hablamos de los paradigmas o primeros aprendizajes que nos llevaron a formular esos esquemas o modelos mentales que manejamos.
Sin embargo, no podemos olvidar que nuestra naturaleza más esencial es la de avanzar y no rendirnos; la de buscar nuestra realización y nuestro máximo estándar de felicidad o placer.
Queremos aquí detenernos un poco en explicar los elementos que subyacen a la actitud, ya que en psicología se considera que son componentes de carácter cognoscitivo, afectivo y relativos a la conducta.
Siendo un poco más específicos, entendemos que el componente cognoscitivo tiene que ver con el conocimiento o representación que tenemos del objeto hacia el que está enfocada la actitud, el afectivo se refiere a la emoción que este objeto nos genera y el componente conductual es relativo al conocimiento y la emoción, lo que se traduce en instigador de la conducta.
En palabras más sencillas, la idea o preconcepto que tenemos de un objeto puntual (aquí entran en juego las creencias y paradigmas del individuo), influyen en la actitud hacia el mencionado objeto y por lo tanto sesgan la emoción que este objeto nos inspira; la emoción y el
preconcepto dan lugar a la conducta que dejamos ver a la hora de tomar acción hacia dicho objeto.
La actitud es definitiva en nuestra forma de actuar, ver el mundo y nuestras propias posibilidades para ser felices y productivos, ya que el preconcepto que tenemos de la vida, de nosotros mismos y nuestras posibilidades nos dan o una ventaja o una desventaja ante el mundo y el acercamiento a la realización personal, la felicidad y por qué no a la riqueza.
Es necesario cambiar primero nuestras percepciones para lograr un cambio en nosotros y nuestras actitudes, eso decide si empezamos un camino de triunfos o fracasos… es el comienzo de la  inteligencia emocional.
“Si queremos un cambio, debemos cambiarnos a nosotros mismos y para cambiarnos a nosotros mismos, debemos
cambiar nuestras percepciones”

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