sábado, 24 de septiembre de 2011

UN GRITO A LA CONCIENCIA



Los siguientes poemas no se han hecho para ser leídos por jóvenes precisamente, sino para ser leídos por todos. Los poetas y las poetas escriben de lo que tienen en su entorno, de lo que debería pasar, de lo que podría ser pero también de lo que está pasando. No concordamos con la censura por diversos motivos que se ejerce a la hora de leer literatura a los niños y jóvenes pero claro que hay algo que se llama sentido común y hay espacios que no son propicios para determinadas lecturas. El primer objetivo de hacer talleres de literatura y de difundir la lectura nunca será de carácter moralizante ni didáctico sino de acercar a las personas a la maravilla de la estética, del trabajo de la palabra, para que disfruten del arte de la literatura, aún cuando no se aborden temas agradables es bien sabido que la catarsis se lleva a cabo (bueno, la estética también se hace presente en lo grotesco sin duda, no solo en maripositas volando en el aire y amor por doquier).
Pues ante las situaciones diversas que existen en Ciudad Juárez y a lo largo del Estado, las escritoras chihuahuenses plasman en su literatura –entre otras cosas- los problemas fronterizos. Uno de los problemas que han suscitado el interés de la comunidad y de los literatos en particular es, y no para menos, la violencia de género. Susana Báez había mencionado ya alguno de estos poemas en un post anterior.
Veámos en el poema siguiente de Micaela Solís algunos temas de los mencionados:

Digo que
morí con los sueños asfixiados
de tanta cobardía,
de la alta y puntiaguda cobardía
donde cae sacrificado el amor
con las muchachas de maquila,
mis trágicas hermanas abismadas
en el cenote del principio de Estado,
el entreguismo,
la patria de las alas clausuradas.
De la Razón de Estado
donde valemos poco las mujeres.
La voz femenina muere asfixiada, se acaban sus sueños; se identifica plenamente con las muchachas de maquila, son sus hermanas siempre envueltas de tragedias. Y se va haciendo la identificación con ellas más evidente conforme avanza el poema; las muchachas de maquila somos todas, mujeres fabricantes de sueños y de amores, maquiladoras de un estambre vital, hacedoras de vida quizás.
El poema alude que los crímenes cometidos hacia las mujeres, la mujer es sinónimo de fatalidad en nuestra cultura. Cada delito cometido hacia nosotras, a los gobernantes, al Estado, a la sociedad patriarcal y machista les vale poco.
Y la violencia de género no se limita. Las voces en Micaela Solís se vuelven cualquier voz, de cualquier niña, cualquier mujer, porque en este sitio cualquiera puede sufrir de estas atrocidades.
Y Solís vuelve a su realidad inmediata para analizarla, sabe que los hombres para ejercer la violencia dan justificaciones absurdas:

Luego dicen que la culpa es de nosotras por coquetas.
Pero, ¿quién carga con la última culpa en este
[hormiguero de culpas?
¿A qué coquetería obedece la impunidad de los
[delincuentes ilegales?,
o, ¿a qué coquetería obedece la impunidad de los
[delincuentes legales?
Los delincuentes ilegales obviamente, para Micaela Solís son inaceptables pero los criminales legales con los que cierra el poema son inadmisibles sobre todo porque son aquellos a los que el pueblo debe atenerse, a los que se confía, son los que elige la sociedad misma.
Es decir, no solo es una cuestión moral regida por la religión sexista sino que políticamente según algunos funcionarios del gobierno debería estar prohibido ponerse minifalda o blusas escotadas, es esta doble moral por la que está regida la sociedad. La violencia misógina está presente en todos los rangos de la sociedad; la ideología generalizada machista siempre estigmatiza a las mujeres, ejemplo de ello es que cada vez que hay un asesinato, una agresión hacia la mujer, le restan importancia valiéndose de la vestimenta de ésta o de su oficio.
En cada palabra, imágenes lacerantes de delitos ignominiosos, los poemas se abren al mundo y describen esta realidad que hiere:

Pero, ¿alguien sabe la velocidad en nudos
de este viento misógino que sopla?
Está por todas partes, siéntalo bien, percíbalo:
En la envidia de la mujer por la mujer,
en la exclusión vertical del viejo feminismo,
en la declaración del obispo y del político que dicen:
“Ellas son las que provocan”.
Esta voz poética vive de preguntas retóricas, se duele de esta actitud que inferioriza a la mujer en la sociedad, vulnerable de que lamentablemente se encuentre en todas partes la injusticia contra la mujer. Insensibilidad cíclica: todos los personajes convergen en esta forma de pensamiento, desde la mujer misma hasta el político, pasando por el obispo; indiferentes ante los problemas culturales en los que vivimos inmersos.
Las mujeres tienen el compromiso de escribir sobre ellas mismas. La confrontación es esa, escribir; y el tema de la violencia de género no es un motivo solamente, sino también una lucha, una manifestación, un combate contra el olvido; alguien dirá que las palabras no son perennes, que igual se dicen y no tienen un efecto en los escuchas pero las palabras y las imágenes hechas con ellas rompen un silencio que circunda al tema de la violencia de género, por ello cuando se escuchan deslumbran, tanto por el significado como por el sentido que le da el contexto. No emergen en vano.
La lectura de dichos poemas tiene la finalidad de difundir la reflexión ya como una obligación ante el estado imperante problemático de las mujeres frente a esta ola de violencia de género, asimismo como para exigir justicia y prioridad a la problemática femenina. Evidentemente, toda violencia es inaceptable.
Nosotras hemos leído este tipo de poesía en diversos ambientes pero por la temática supongo que la recomendación es leerla en preparatorias y universidades, aparte de en otros lugares que parezcan pertinentes.

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