
Los  siguientes poemas no se han hecho para ser leídos por jóvenes  precisamente, sino para ser leídos por todos. Los poetas y las poetas  escriben de lo que tienen en su entorno, de lo que debería pasar, de lo  que podría ser pero también de lo que está pasando. No concordamos con  la censura por diversos motivos que se ejerce a la hora de leer  literatura a los niños y jóvenes pero claro que hay algo que se llama  sentido común y hay espacios que no son propicios para determinadas  lecturas. El primer objetivo de hacer talleres de literatura y de  difundir la lectura nunca será de carácter moralizante ni didáctico sino  de acercar a las personas a la maravilla de la estética, del trabajo de  la palabra, para que disfruten del arte de la literatura, aún cuando no  se aborden temas agradables es bien sabido que la catarsis se lleva a  cabo (bueno, la estética también se hace presente en lo grotesco sin  duda, no solo en maripositas volando en el aire y amor por doquier).
Pues  ante las situaciones diversas que existen en Ciudad Juárez y a lo largo  del Estado, las escritoras chihuahuenses plasman en su literatura  –entre otras cosas- los problemas fronterizos. Uno de los problemas que  han suscitado el interés de la comunidad y de los literatos en  particular es, y no para menos, la violencia de género. Susana Báez  había mencionado ya alguno de estos poemas en un post anterior.
Veámos en el poema siguiente de Micaela Solís algunos temas de los mencionados:
Digo que
morí con los sueños asfixiados
de tanta cobardía,
de la alta y puntiaguda cobardía
donde cae sacrificado el amor
con las muchachas de maquila, 
mis trágicas hermanas abismadas 
en el cenote del principio de Estado,
el entreguismo,
la patria de las alas clausuradas.
De la Razón de Estado
donde valemos poco las mujeres.
La  voz femenina muere asfixiada, se acaban sus sueños; se identifica  plenamente con las muchachas de maquila, son sus hermanas siempre  envueltas de tragedias. Y se va haciendo la identificación con ellas más  evidente conforme avanza el poema; las muchachas de maquila somos  todas, mujeres fabricantes de sueños y de amores, maquiladoras de un  estambre vital, hacedoras de vida quizás.
El  poema alude que los crímenes cometidos hacia las mujeres, la mujer es  sinónimo de fatalidad en nuestra cultura. Cada delito cometido hacia  nosotras, a los gobernantes, al Estado, a la sociedad patriarcal y  machista les vale poco.
Y  la violencia de género no se limita. Las voces en Micaela Solís se  vuelven cualquier voz, de cualquier niña, cualquier mujer, porque en  este sitio cualquiera puede sufrir de estas atrocidades. 
Y  Solís vuelve a su realidad inmediata para analizarla, sabe que los  hombres para ejercer la violencia dan justificaciones absurdas:
Luego dicen que la culpa es de nosotras por coquetas.
Pero, ¿quién carga con la última culpa en este
[hormiguero de culpas?
¿A qué coquetería obedece la impunidad de los 
[delincuentes ilegales?,
o, ¿a qué coquetería obedece la impunidad de los
[delincuentes legales?
Los  delincuentes ilegales obviamente, para Micaela Solís son inaceptables  pero los criminales legales con los que cierra el poema son inadmisibles  sobre todo porque son aquellos a los que el pueblo debe atenerse, a los  que se confía, son los que elige la sociedad misma.
Es  decir, no solo es una cuestión moral regida por la religión sexista  sino que políticamente según algunos funcionarios del gobierno debería  estar prohibido ponerse minifalda o blusas escotadas, es esta doble  moral por la que está regida la sociedad. La violencia misógina está  presente en todos los rangos de la sociedad; la ideología generalizada  machista siempre estigmatiza a las mujeres, ejemplo de ello es que cada  vez que hay un asesinato, una agresión hacia la mujer, le restan  importancia valiéndose de la vestimenta de ésta o de su oficio.
En cada palabra, imágenes lacerantes de delitos ignominiosos, los poemas se abren al mundo y describen esta realidad que hiere:
Pero, ¿alguien sabe la velocidad en nudos
de este viento misógino que sopla?
Está por todas partes, siéntalo bien, percíbalo:
En la envidia de la mujer por la mujer,
en la exclusión vertical del viejo feminismo,
en la declaración del obispo y del político que dicen:
“Ellas son las que provocan”.
Esta  voz poética vive de preguntas retóricas, se duele de esta actitud que  inferioriza a la mujer en la sociedad, vulnerable de que lamentablemente  se encuentre en todas partes la injusticia contra la mujer.  Insensibilidad cíclica: todos los personajes convergen en esta forma de  pensamiento, desde la mujer misma hasta el político, pasando por el  obispo; indiferentes ante los problemas culturales en los que vivimos  inmersos.
Las  mujeres tienen el compromiso de escribir sobre ellas mismas. La  confrontación es esa, escribir; y el tema de la violencia de género no  es un motivo solamente, sino también una lucha, una manifestación, un  combate contra el olvido; alguien dirá que las palabras no son perennes,  que igual se dicen y no tienen un efecto en los escuchas pero las  palabras y las imágenes hechas con ellas rompen un silencio que circunda  al tema de la violencia de género, por ello cuando se escuchan  deslumbran, tanto por el significado como por el sentido que le da el  contexto. No emergen en vano.
La  lectura de dichos poemas tiene la finalidad de difundir la reflexión ya  como una obligación ante el estado imperante problemático de las  mujeres frente a esta ola de violencia de género, asimismo como para  exigir justicia y prioridad a la problemática femenina. Evidentemente,  toda violencia es inaceptable.
Nosotras  hemos leído este tipo de poesía en diversos ambientes pero por la  temática supongo que la recomendación es leerla en preparatorias y  universidades, aparte de en otros lugares que parezcan pertinentes.
 
 

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