Hay que vivir la Vida, saber vivir la Vida y dejar vivir la Vida… con Respeto, Comprensión y Amor.
Ello no son palabras, son hechos del día a día aunque vivamos entre hormigón, entre desfachatez y
estrechez de miras. aunque nadie escuche…
El milagro de la Vida, la Naturaleza y el Universo nos contemplan ¿A qué esperamos oir su llamada?
¿Oir el susurro del viento entre los arboles, tintineando sus hojas en infinitas melodías?…
Interesarse en y por la Vida nos lleva al conocimiento, al entendimiento, a la pasión. Ella es el ori-
gen, la cuna y la casa de todas las especies ¿a qué esperamos abrir los ojos?…
Depende de cada cuál, de cada uno por sí mismo, de tener coraje, determinación…
Es comprometerse, sincerarse, afrontar las propias y ajenas limitaciones…
Es Fluir, soltar amarras, volver a casa y descansar, dejarse ir, enamorarse de la Naturaleza
Ello no son palabras, son hechos del día a día aunque vivamos entre hormigón, entre desfachatez y
estrechez de miras. aunque nadie escuche…
El milagro de la Vida, la Naturaleza y el Universo nos contemplan ¿A qué esperamos oir su llamada?
¿Oir el susurro del viento entre los arboles, tintineando sus hojas en infinitas melodías?…
Interesarse en y por la Vida nos lleva al conocimiento, al entendimiento, a la pasión. Ella es el ori-
gen, la cuna y la casa de todas las especies ¿a qué esperamos abrir los ojos?…
Depende de cada cuál, de cada uno por sí mismo, de tener coraje, determinación…
Es comprometerse, sincerarse, afrontar las propias y ajenas limitaciones…
Es Fluir, soltar amarras, volver a casa y descansar, dejarse ir, enamorarse de la Naturaleza
Enamorarse es abrirse a otra perspectiva del mundo. El
enamoramiento, dice Alberoni, es el camino a través del cual lo
subjetivo adquiere un valor de por sí y se percibe la intensidad vital
del mundo y, en su felicidad, se recompone el campo social, para ver el
mundo con ojos nuevos. El amor produce una geografía sacra del mundo.
La crisis socioecológica es un buen punto de partida para que, en el vacío que nos deja, nos enamoremos de la biosfera y en ella descubramos lo bello y lo feliz para recobrar una antigua amistad perdida en los últimos siglos. Nuestra existencia, en uno de los momentos más excitantes de la historia de la humanidad por nuestros logros intelectuales, sociales y tecnológicos, nos ha sumido sin embargo en un estado de inquietud espiritual sin parangón. Educar en descubrir la belleza de nuestro entorno es la clave para enamorarnos de la vida que bulle en todos los ecosistemas que nos rodean.
En un simple escarabajo batanero (Polyphylla fullo) de 2,5 a 3,6 cm, con sus abigarrados élitros en blanco y marrón, cuando lo ponemos bajo el foco de una lupa binocular, descubrimos que el color de las motas blancas no es sino el efecto óptico de decenas de microescamas de este color marfil ancladas sobre la quitina oscura, que convierten su cuerpo en una auténtica obra de arte de estilo puntillista. Lo misma excitación estética la podemos sentir cuando observamos una orquídea del género Ophrys a gran aumento. Estos pequeños seres que nos acompañan en nuestros bosques más comunes resultan ser de una belleza que enamora.
La educación ambiental tiene ante sí un gran reto y es el de enamorar a los humanos de su entorno. No sólo por los grandes paisajes o las luces espectaculares del crepúsculo, sino también por la singularidad estética de la vida que convive junto a nuestro deseo humano de bienestar personal, de ampliar las posibilidades de acción y del deseo de relacionarse socialmente. No podemos competir contra los dos primeros, pero sí que podemos estimular el deseo social, como reconoce Jorge Reichmann, quien está convencido de que, sin una vigencia renovada de los valores ecosocialistas de cooperación y solidaridad, no cabe pensar en una salida de la crisis ecosocial. Y, para hacer frente a los deseos del bienestar personal y de ampliar posibilidades, debemos impulsar el vínculo social.
La amistad es lo más necesario en la vida, porque sin amigos nadie querría vivir, aunque poseyera los demás bienes, como se reconoce desde la antigüedad. Hoy nuestra amistad y amor por la naturaleza está tan dañada como lo está nuestra capacidad para la cooperación y la solidaridad. Pero no es fácil enamorarse sin el roce, sin los encuentros y experiencias íntimas. La educación ambiental debe fijarse no tanto en el reconocimiento de los problemas y las soluciones, sino en estimular lo estético que se encuentra en la naturaleza, así como en las múltiples soluciones inauditas que nos muestran los seres vivos y que los estudiosos de la biomímesis nos describen. Colores que no son pigmentos sino estructuras reflejantes de la luz, por poner sólo un ejemplo. Salir del actual crisis sólo es posible con amor y enamoramiento por la Tierra en su globalidad. Pero para ello es necesario adentrarse en la intimidad de lo amado y reconocer lo sagrado que en ello hay, para ganarse su amistad, la nuestra como especie.
Por Jordi Miralles: Trabaja en el ámbito de la divulgación medioambiental. Forma parte del patronato de la Fundación Tierra y dirige terra.org, el portal de ecología práctica de dicha fundación.
La crisis socioecológica es un buen punto de partida para que, en el vacío que nos deja, nos enamoremos de la biosfera y en ella descubramos lo bello y lo feliz para recobrar una antigua amistad perdida en los últimos siglos. Nuestra existencia, en uno de los momentos más excitantes de la historia de la humanidad por nuestros logros intelectuales, sociales y tecnológicos, nos ha sumido sin embargo en un estado de inquietud espiritual sin parangón. Educar en descubrir la belleza de nuestro entorno es la clave para enamorarnos de la vida que bulle en todos los ecosistemas que nos rodean.
En un simple escarabajo batanero (Polyphylla fullo) de 2,5 a 3,6 cm, con sus abigarrados élitros en blanco y marrón, cuando lo ponemos bajo el foco de una lupa binocular, descubrimos que el color de las motas blancas no es sino el efecto óptico de decenas de microescamas de este color marfil ancladas sobre la quitina oscura, que convierten su cuerpo en una auténtica obra de arte de estilo puntillista. Lo misma excitación estética la podemos sentir cuando observamos una orquídea del género Ophrys a gran aumento. Estos pequeños seres que nos acompañan en nuestros bosques más comunes resultan ser de una belleza que enamora.
La educación ambiental tiene ante sí un gran reto y es el de enamorar a los humanos de su entorno. No sólo por los grandes paisajes o las luces espectaculares del crepúsculo, sino también por la singularidad estética de la vida que convive junto a nuestro deseo humano de bienestar personal, de ampliar las posibilidades de acción y del deseo de relacionarse socialmente. No podemos competir contra los dos primeros, pero sí que podemos estimular el deseo social, como reconoce Jorge Reichmann, quien está convencido de que, sin una vigencia renovada de los valores ecosocialistas de cooperación y solidaridad, no cabe pensar en una salida de la crisis ecosocial. Y, para hacer frente a los deseos del bienestar personal y de ampliar posibilidades, debemos impulsar el vínculo social.
La amistad es lo más necesario en la vida, porque sin amigos nadie querría vivir, aunque poseyera los demás bienes, como se reconoce desde la antigüedad. Hoy nuestra amistad y amor por la naturaleza está tan dañada como lo está nuestra capacidad para la cooperación y la solidaridad. Pero no es fácil enamorarse sin el roce, sin los encuentros y experiencias íntimas. La educación ambiental debe fijarse no tanto en el reconocimiento de los problemas y las soluciones, sino en estimular lo estético que se encuentra en la naturaleza, así como en las múltiples soluciones inauditas que nos muestran los seres vivos y que los estudiosos de la biomímesis nos describen. Colores que no son pigmentos sino estructuras reflejantes de la luz, por poner sólo un ejemplo. Salir del actual crisis sólo es posible con amor y enamoramiento por la Tierra en su globalidad. Pero para ello es necesario adentrarse en la intimidad de lo amado y reconocer lo sagrado que en ello hay, para ganarse su amistad, la nuestra como especie.
Por Jordi Miralles: Trabaja en el ámbito de la divulgación medioambiental. Forma parte del patronato de la Fundación Tierra y dirige terra.org, el portal de ecología práctica de dicha fundación.
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