Es una lástima que a menudo unas buenas intenciones no se traduzcan
en buenos resultados. Es de agradecer la intención de ofrecer un sano
entretenimiento sin pretensiones para espectadores harto de lo políticamente correcto,
una clase de diversión que cada vez se fabrica menos; con personajes
rudos, malhablados, violentos, conductores de vehículos con clase, a los
que les importa muy poco la ley en su búsqueda de justicia, cuyos
despiadados enemigos merecen la peor de las muertes. El villano de ‘Furia ciega 3D’, interpretado por Billy Burke,
es Jonah King, el brutal y excéntrico líder de una secta de paletos,
que cree que puede abrir las puertas del infierno con el sacrificio, en
una noche de luna llena, del bebé que dio a luz la hija de Milton (Cage),
a la que cortó el cuello cuando intentó escapar del clan; no contento
con llevarse a la pequeña y planear su asesinato en un ritual satánico,
Jonah usa el fémur de la madre como si fuese un bastón. A ese tipo de
personaje se enfrenta el protagonista, una especie de “Dirty Harry”
pasado de rosca, una mezcla de justiciero irresistible, cowboy, muerto viviente y terminator que promete que beberá cerveza en el cráneo de su enemigo.
Detalles como esos (o diálogos como “Nadie llega al final de su vida
y se arrepiente de haber follado mucho”) son los que merecen el aplauso
en una propuesta de este tipo, deliberadamente absurda y vulgar, junto a
las desternillantes interpretaciones de Cage (muy divertida la secuencia de sexo y tiroteo, aunque ya la viéramos antes), Burke (se le nota encantado por alejarse lo más posible de su papel en la saga ‘Crepúsculo’), William Fichtner (como “El contable”, un empleado del infierno) y el veterano Tom Atkins (en la piel de un sheriff con muy malas pulgas); incluso Amber Heard
tiene un papel divertido y macarra, no se limita a estimular la
imaginación del público masculino en plan Megan Fox. Es un acierto del
guion que Heard no dé vida al típico y aburrido interés romántico del
protagonista, sino que entre ambos se establece más bien una relación
familiar, es una chica que ocupa el lugar de la hija de Milton, así como
su copiloto y compañera de aventuras. Al que sí parece que se le podría
haber sacado más partido es a David Morse, que da vida
al viejo socio de Milton; queda un tanto raro, pese al detalle de la
lesión en la pierna, que se quede fuera de la definitiva batalla del
clímax, cuando podía haber echado un cable masacrando fanáticos.
Pero en los cien minutos que dura ‘Furia ciega 3D’ hay no pocas secuencias con peleas y persecuciones que están rodadas de una manera tan torpe que se hacen eternas,
castigando la paciencia del espectador hasta hacerle perder interés por
lo que ocurre en la pantalla. Ah, que ha matado a otros diez,
estupendo, ¿cuánto falta para el duelo final? La mecánica puesta en escena de Lussier
pasa desapercibida cuando todo se centra en las conversaciones de los
personajes, donde destacan los actores y las frases lapidarias, pero cuando uno de ellos se pone a disparar o dar golpes, o los coches se ponen en marcha, la película es un caos;
es el momento del montaje frenético, con sucesión de planos cortos
donde apenas se ve nada, para disimular torpezas, limitaciones y
descuidos. Es imposible no aburrirse con una persecución triturada en
multitud de planos por segundo donde ni siquiera se sabe qué distancia
hay entre los coches. Y sin embargo, lo peor de todo es que ‘Furia ciega 3D’
ha sido un fracaso en taquilla (¿a quién se le ocurre aprobar un
presupuesto de 50 millones de dólares para algo así?), por lo que podría
frenar propuestas similares, planteadas por cineastas más diestros e
interesantes que Lussier. Ojalá que no, se echa falta más incorrección y mala uva en la cartelera.
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