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Por cada tonelada de vidrio reciclado se ahorran 130 kilos de
combustible y 1.200 de materia prima. El vidrio es un material 100%
reciclable que no pierde sus propiedades físicas ni disminuye su calidad
en el proceso de reciclado. Esto permite soñar con a una tasa de
residuos cero.
El mínimo exigido por la Unión Europea es un 60% de vidrio
reciclado. España traspasó esa cifra en 2007, aunque países como Suecia,
Suiza o Bélgica ya superan el 90%.
El sistema de gestión de residuos ECOVIDRIO puso en marcha el método
del “punto verde”, por el cual los fabricantes de vidrio pagan una tasa
que financia la recuperación de los envases. En España sólo existe una
manera de reciclar el vidrio: se recuperan los envases y se trasladan a
una planta de reciclado donde se procesan para convertirlo en “calcín”,
el material del que se obtiene el vidrio reciclado. La temperatura de
fundición del calcín es sensiblemente inferior a la de las arcillas
originarias, con lo que se ahorran grandes cantidades de combustible y
se evitan emisiones contaminantes a la atmósfera. En países como
Alemania existe la posibilidad de reutilizar el envase sin necesidad de
someterlo a un nuevo proceso de fabricación, sino sólo de lavado.
Los contenedores para la recuperación de vidrio comenzaron a
instalarse en los centros urbanos españoles en los años ‘80. Hoy la
mayoría del vidrio recuperado proviene de los llamados iglús o
contenedores verdes. El incremento de la tasa de reciclado de vidrio
entre 2003 y 2007 pasó de 10 kilos por habitante a casi 15. Esto indica
que los ciudadanos han adquirido el hábito de reciclar vidrio como una
actividad cotidiana, según el Ministerio de Medioambiente. Pero no
reciclamos igual fuera del ámbito doméstico. Debemos extrapolar esa
actitud al lugar de trabajo, la escuela, la calle, las universidades.
Todavía queda mucho trabajo de concienciación y comunicación.
No sólo es importante reciclar, sino también prevenir la creación de
residuos. Las empresas encuentran grandes limitaciones para establecer
medidas de prevención, uno de los frentes en los que trabaja ECOVIDRIO.
La sociedad condiciona la fabricación y comercialización de los
productos en unos determinados envases en lugar de otros. Se prefieren
envases de un solo uso y de menor tamaño frente a formatos más grandes y
reutilizables.
La publicidad comercial ha sabido apropiarse del discurso ecologista
de manera que los consumidores confunden el uso de productos denominados
“verdes” con un comportamiento responsable en el consumo. Es mejor
adquirir un estilo de vida sostenible, o lo que el profesor Carlos Taibo
llamaría “una sencillez y austeridad voluntarias”. “No es más limpio el
que más limpia sino el que menos ensucia”, según el dicho popular.
Hay sectores económicos como la hosteleria que producen residuos de
vidrio, pero no siempre se recuperan. Es difícil encontrar un local en
el que conserven la costumbre de devolver al cliente parte del precio a
cambio del casco de la bebida. Hace falta concienciar a los empresarios
hosteleros de la importancia de recuperar no sólo los cascos de
refrescos y cervezas, sino también separar las botellas de vino, agua,
etc.
Daniel Goleman, autor del término “inteligencia emocional” traslada
este concepto a la ecología en su obra “Inteligencia ecológica”. En ella
otorga al ciudadano la responsabilidad de preservar el medio ambiente a
través de acciones que implican un razonamieno lógico: decisiones
responsables a la hora de elegir la procedencia de los productos que
compra, el coste ecológico de su fabricación, transporte y envasado y la
gestión de los residuos que se generan.
La mentalidad ecológica, que debe ser la mentalidad de los hombres y
mujeres del siglo XXI, no es la de un autómata que sólo elige el color
del contenedor al tirar la basura, sino la de un ser humano consciente y
responsable que decide cómo y qué recursos consume
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