Con el paso del tiempo, los organismos internacionales se percataron de que las niñas y los niños requerían unas necesidades especiales. Así, tras un intento durante la Convención de Ginebra de 1924, la Asamblea General de la ONU constituyó y revisó la Declaración de Derechos del Niño y la Niña, en 1959 y 1989 respectivamente, día que hoy, 20 de noviembre, queremos conmemorar con este artículo.
Además del acceso a la educación y a la salud, se contemplaba el derecho a opinar y a jugar. Estos aspectos podrían parecernos elementales, pero son principios que se enmascaran de privilegios en practicamente la mitad del planeta. A día de hoy, 72 millones de niños no van al colegio, 32 de los cuales viven en África (2), a pesar de que países como Angola están realizando importanes esfuerzos por subsanar estos problemas (3).
Sin embargo, los objetivos del Milenio, los propósitos de la ONU, los esfuerzos de UNICEF o de la ONG, Manos Unidas no parecen recoger sus frutos. Todo será en balde si ni siquiera podemos garantizar les a los niños, no ya que sepan leer y escribir, sino que vivan su infancia a salvo del tráfico sexual, del trabajo infantil, del alistamiento en las guerrillas o del alcance de las minas antipersona, aberraciones denunciadas en la Declaración de Derechos del Niño y de la Niña.
Por otro lado, también debemos mirar dentro de nuestras fronteras. Según Unicef (4), 2 millones de niños españoles viven en familias con un ingreso que es un 60% inferior al de la media nacional, y 800.000 padecen directa o indirectamente la violenica de género. Estas cifras sitúan a España, junto a Letonia, Rumanía e Italia, como el país con peores índices de pobreza infantil.
Para terminar, recuerdo aquella frase del filósofo griego “educa a los niños y no castigarás a los hombres”, pero si lo primero no es posible ¿cómo conseguir lo segundo?.
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